9 - Mafia

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– Deja de jugar con eso, idiota. – Prorrumpía la irritada voz de Donnie.

La habitación era relativamente grande, y estaría en completa penumbra si no fuese por el patético bombillo descubierto, sostenido por un descuidado cable, balanceándose de un lado a otro por encima de sus cabezas. Exi, su hermano, hacía pequeños malabares con una granada. No le importaba que se volara la cabeza jugando con el artefacto; pero se convertiría en una molestia si ella quedaba atrapada en la explosión junto con él. Ella zapateó unas cuantas veces, haciendo resonar sus mocasines hasta las paredes de concreto.

– Sólo estoy manteniendo los reflejos agrupados, ¿bien? – Respondió el chico, sonriéndole ladino. Sin embargo, guardo la granada en su bolsillo y se acomodó la corbata blanca (O que en otro tiempo había sido blanca; ahora era de un gris opaco.) con expresión perezosa.

– Deberías usar algo del cloro que nos regalan para limpiar un poco esa corbata. –Recriminó. Vio a Exi rodar los ojos.

– Usamos todo el cloro en ese último trabajo, ¿recuerdas? –Miró a sus pies, inquieto – Y esa es la razón por la que usamos trajes negros.

– Pensé que era por la intención de estar siempre listos para nuestros funerales.

Exi intentó leerla para descubrir si lo había dicho enserio o no, cuando se escuchó un auto aproximándose al edificio. Estaban en el primer piso, así que tenían algo de tiempo para prepararse. Su hermana llevaba a todos lados esa chaqueta de poliéster, cuando él prefería una de cuero; la observo amarrársela a la cintura mientras revisaba la ubicación de sus múltiples armas. Por reflejo, Exi toco su revólver, descansando en los bolsillos de la chaqueta.

– ¿Nervioso? –Le inquirió ella, arqueando una ceja.

– Nah. – Movió sus manos en señal de negación – Sólo me estaba preguntando porque mandarnos a recibir una devolución en este lugar, sin refuerzos.

– Sabes que el jefe es un tacaño.

– Sé que tiene un retorcido tren de pensamiento.

– Shh... – Lo calló –Guarda silencio...

El sonido de pasos acercándose los puso en guardia. Donnie se adelantó un paso, asegurándose que su rostro serio fuera lo primero que sus acompañantes vieran. La impresión inicial resultaba decisiva en estos casos, por lo que su principal trabajo ahí era gestionar un intercambio dinámico, elegante, sin gastos innecesarios; Exi, en cambio, estaba ahí para lucir peligroso, quizás amedrentar a los socios violentos. Si hacían o no su trabajo correctamente, dependía de variables tan volubles como la dinamita. Donnie reviso su reloj: medianoche.

Muy puntuales, sus invitados entraron al gran cuarto sin molestarse en cerrar la puerta tras sus pisadas dado que el umbral carecía de ella. Distinguió a un chico alto, de pelo castaño, teñido ligeramente de rojo, realizando lo que parecía una veloz revisión del perímetro. Lo seguía de cerca una chica, con rasgos similares y el mismo estilo de cabello; más que estar emparentados, resultaba obvio que eran gemelos. Donnie casi sonrió; su jefe de verdad tenía un extravagante sentido del humor.

Por el rabillo del ojo, notó a Exi tensarse, y al observar con más detenimiento, descubrió porque. La chica portaba en su espalda una estrambótica metralleta, tan grande como ella. Resolvió tramitar el asunto rápidamente, para evitar trifulcas innecesarias "Una estrategia de ventas muy convincente" pensó la peliblanca, aproximándose a las figuras recién llegadas.

– Soy Donnie Stern. –Se presentó, inspeccionando sutilmente a sus invitados – Les agradezco su presencia. Ahora, si no les importa, me gustaría zanjar esto rápido.

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