❇️ CAPÍTULO 4.

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NUNCA TERMINAMOS DE CONOCER A LAS PERSONAS.

BRUNO ZAMBRANO.

ACTUALMENTE.

Los días me parecían eternos cada vez más, el no tener a mi hija conmigo y no saber cómo y quién la tiene, me hacían sentirme como el peor padre, incluso peor que el mío.

Las preguntas en mi cabeza aumentaban conforme los días y las horas pasaban. Eran tantas y de ninguna de ellas tenía respuesta. La principal, ¿Quién tiene a Leila o dónde estaría?

Al principio, si Eleanor no hubiera muerto, creería que Leila estaría con ella y que al final se había arrepentido de querer mudarse con nosotros y así poder volver a ver a mi hija después de 14 años de no poder hacerlo, todo por la inesperada decisión de Eleanor. Aunque, ese día que hablé con ella y le hice la propuesta, me pareció verla tan alegre por lo que yo le había dicho.

Hace dos meses...

Salí de la empresa un poco nervioso, la noche anterior había trabajado como loco en la oficina, no quería dejar algún pendiente o problema por resolver para el día en que por fin yo me volvería a ver con Eleanor y mi hija. Si dejaba algo inconcluso, mi padre era capaz de retenerme en la oficina hasta terminarlo y colocarme trabajo extra, no quería eso y tampoco que me viera salir tan temprano de las oficinas. Estoy muy seguro de que él me interrogaría hasta saber lo que yo haría ese día.

Llegué puntual al lugar que Eleanor me había propuesto para vernos, después de haberle insistido por muchos días en que me diera una oportunidad, aceptó vernos por fin en este lugar. Me bajé del auto después de estacionarlo cerca, comencé a caminar en busca de una banca del parque vacía que estuviera visible para poder sentarme, y que Eleanor pudiera visualizarme sin ningún problema, de esa forma no pensaría que yo me había arrepentido de venir aquí después de todo.

Algunos niños estaban divirtiéndose en los juegos infantiles del parque, me recordaban tanto a mi hija, a esa sonrisa tan preciosa que tenía a los tres años, y a las veces en las que corría a mis brazos llamándome "papi" cuando me ponía a jugar con ella en el gran jardín de mi casa.

«Ha pasado tanto tiempo, ¿Aún me recordará?»

Siento como una mano se posa sobre mi hombro provocando que me sobresaltara un poco.

- Hola -saluda Eleanor por detrás de la banca del parque en la que estoy sentado, me volteo y la miro sonreírme ligeramente.

- Hola, Eleanor. -me puse de pie, mientras le dedico una sonrisa abierta, la veo rodear la banca para poder sentarse a mí lado.

Luce tan hermosa, igual que la primera vez que la conocí cuando estábamos en la preparatoria, su hermoso cabello rojizo lo trae un poco recogido, algunos mechones sueltos se mueven ligeramente con el viento, y sus ojos aceitunados logran deslumbrarme como las otras veces que la he tenido al frente de mí.

- Pensé que Leila vendría contigo, ¿Cómo has estado? ¿Cómo está Leila? -al fin logré preguntarle cuando se sentó a mi lado, después de haber estado unos segundos en silencio.

- Muy bien, estamos viviendo con mi madre ahora y preferí que Leila se quedara en casa con ella. -ella coloca ambas manos sobre su regazo y fija su vista en ellas, la siento un poco nerviosa, así que trato de decirle algo para no hacerla sentirse de esa forma, pero ella continua hablando- Creo que ha pasado mucho tiempo desde que te aparté de ella, y no sé cómo reaccionaría ella contigo después de tanto tiempo. -sus ojos se posan sobre mí.

𝐌𝐈𝐋𝐋𝐎𝐍 𝐃𝐄 𝐌𝐈𝐋𝐋𝐀𝐒.  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora