IV

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—¿A dónde nos dirigimos?— pregunté.

—A un restaurante— respondió sin sacar los ojos del frente.

—No sabía— dije con sarcasmo.

—Es una sorpresa, Hinata.— río.

Se veía tan bien, camisa blanca, traje negro, corbata negra... Pero lo que más me gustaba era verlo concentrado mirando al frente mientras conducía hacia el restaurante. No sabía por qué pero quería besarlo.

—¿Ya llegamos?

—Espera un poco— respondió sin hacer un solo gesto.

—¿Ya llegamos?— pasaron dos minutos desde que hice la misma pregunta.

—Todavía no.

—¿Ya llegamos?— pasaron tres minutos.

—No.

—¿Ya llegamos?— cuatro minutos.

—Aún no.

—¿Ya llegamos?— cinco minutos.

—¡Hinata! Pareces una niña, basta.— carcajeó.

—Es que es súper aburrido estar aquí.— tiró su cabeza hacia atrás resongando.

—Te acostumbrarás, iremos al mejor restaurante de Nueva York.

—Bien... ¿Ya...

—No llegamos— interrumpió.

—Eres más divertido por Whatsapp— miré por la ventanilla e hice puchero. No me contestó.

Después de 20 minutos dando vueltas por fin estacionó. Miré a través del vidrio, no podía creer que Eleven Madison Park estaba frente a mí.

—Naruto tú...— mi boca se abrió de sorpresa, me había traído a uno de los mejores restaurantes del mundo.

—No te preocupes por el dinero, como soy alguien "importante" no me cobran como a los demás. Es molesto.— tocó mi hombro.

—Es... Hermoso. Lo había visto en periódicos, nunca pensé comer aquí.

—Nunca digas nunca. Bien, vamos a entrar.— cerró su puño, lo llevo a su pecho y curvo su brazo para que coloque el mío en él. Parecíamos una pareja rica.

Al entrar muchas personas clavaron su mirada en nosotros, es obvio, el hijo del hombre más rico de la ciudad estaba con una mujer, pero ¿A cuántas habrá llevado como a mí?

Un mozo se dirigió a nosotros de mala manera, hasta que pudo ver que se trataba del hijo de Minato Namikaze, enseguida su gesto cambió a uno más simpático.

—Mi señor, que gusto tener el honor de verlo por aquí.— hizo una leve reverencia.

—Si, bueno. ¿Tienen una mesa disponible?

—Por supuesto señor, siempre dejamos una desocupada por si alguien importante como usted viene.— le señaló la mesa sonriendo.

¿Había ido sin reservar una mesa? Por lo que había leído tenías que hacerlo con una semana de anticipación, los ricos tienen un gran privilegio.

—Por aquí.— nos acercamos a la misma y me arrimó la silla. Agradecí. ¿Así se sentía ser alguien importante? Definitivamente no era mi estilo.

Las mujeres dentro del salón no quitaban los ojos encima de Naruto, podía sentir un ambiente pesado, de puras hembras en celo. Pero él parecía tranquilo, no le afectaba el hecho de ser el centro de atención.

Deséeme El ÉxtasisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora