Introducción

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Como un buen amante del arte, Eugenio Lizardi recorría la galería de arte ubicada en un pueblito llamado Real del Monte.

A simple vista lucía como lo que era, un hombre atractivo, con porte y amable, saludando a todos a su paso, a pesar de no conocerlos.

La verdad es que el otro motivo de su visita era ver a su único hijo. Antes de disfrutar de cada pintura, buscaba a Gabriel con la mirada.

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En la entrada del local, una mujer se arrepentía de haber acompañado a su sobrina.

Se trataba de Macarena Espinoza de Los Monteros, una persona débil, aunque bella y con un corazón bondadoso.

Paloma, su sobrina soñaba con ser una famosa pintora, y ella como su única aliada pensaba apoyarla, aunque eso significara enfrentar a su hermana.

Y es que el único motivo para que ella se rebelara a Carlota, era esa chica.

Pa: ¿Temes que mi tía Carlota nos cache...?

Ma: Recuerda que no podemos tardarnos, le dijimos que volveríamos a las 6.

Pa: sí tía... (La abrazó con mucho cariño) Lo que menos necesitamos es que se ponga de histérica...

Macarena sonrió a medias. Enemiga de contrariar a su hermana mayor.

Ma: pues vamos ya hija... Entremos...

Ambas mujeres siguieron y comenzaron con el tour.

Paloma explicaba a su tía la técnica de cada lienzo, quien llena de amor por esa jovencita, la escuchaba atentamente y con adoración.

Pero todo se trastornó cuando giró y se tropezó con un hombre... Uno que inmediatamente la sostuvo de los brazos para evitar que cayera.

Xx: por favor señora, discúlpeme, qué despistado soy...

Macarena sintió algo extraño con el contacto, porque hace muchos años que un hombre no la tocaba, y es que lo del doctor que la atendía podía calificarse únicamente como amistad.

Alzó la vista y se encontró entre los brazos de un hombre de hombros anchos y muy alto, mucho más que ella... Ojos verdes, un color que nunca había visto antes...

Mandíbula dura y una sonrisa hermosa... Pero lo que más la impresionó si era posible, fue su voz... Increíblemente grave... O gruesa, como se le quisiera calificar...

Ma: yo... Yo... (Titubeaba ella, nerviosa como jamás antes)

CRUZADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora