CAPÍTULO 4: EMPAREDADOS Y CASILLEROS

148 17 29
                                    

ISABEL.

Subir al bus fue un martirio, sobre todo si llevaba dos libros que pesaban más que yo. Lucas los llevaba sin esfuerzo alguno, pero yo en serio que estaba pasando mucho trabajo, más que él.

Al llegar al centro, pude ver lindas luces colgar de los postes de luz, los locales, el lindo parque que había entre ambas calles. Adoraba venir al centro con Lucas y papá, a comer, ver películas, o simplemente pasar el rato.

Lucas se quejó, por fin. —¿Cómo bajaste tantas escaleras con estos libros tan pesados?

Eso tiene nombre y apellido. Keitan García.

—Tu amable y cariñoso amigo, Keitan, se compadeció de mí —dije con voz irónica.

Lucas rio. —Te dije que a veces era fácil de tratar.

Eso quería creer, pero no sabía aún lo loco que podía llegar a ser ese chico. Después de saber cómo trataba a las chicas, como me insultaba y lo arrogante e idiota que era, no podía aun entender como alguien tan joven podía ser así.

No quería sacar conclusiones erróneas, la verdad, pero tampoco quería preguntarle porque él claramente no me quería en su vida. Y por no quererme en su vida significaba no hacer preguntar personales, no ser amigos y creo que no entablar conversaciones sobre el club de los corazones rotos.

Llegamos a la tienda de ropa deportiva, la cual estaba a dos locales antes que la tienda de música. Ahí, Lucas se quedó con dos de mis libros y yo me lleve los demás, caminando hacia la tienda de música. Entré al local escuchando la campana de la puerta, viendo como un chico en el mostrador me miraba con aburrimiento.

—Hola, bienvenida a Bemol, en donde encontraras cualquier disco de música y cualquier instrumento que estés buscando.

Su voz sonó algo apagada, no sabía si tenía sed o sueño.

Le sonreí, dejando mis libros en el mostrador, y haciendo que él se sonrojara un poco.

—Hola, estoy aquí por el empleo. Me dijeron que estaban buscando a alguien.

Él asintió —Sí, para el turno de las cuatro hasta las seis que cierra la tienda. Llena tus datos aquí y así puedes empezar ya mismo, si deseas.

Me paso un bolígrafo y una hoja de papel. Ahí me pedían mi número de celular, la dirección de donde vivía, si estudiaba y algunas otras cosas.
Llené todo y le devolví la hoja al chico, viendo que en su camisa tenía una plaquita con su nombre.

—Carlos –leí y alcé mi mano junto con una sonrisa–. Soy Isabel.

Carlos sopló el cabello que estaba cayendo sobre sus ojos.

—Es un gusto, Isabel. Oh, casi lo olvido, ven por aquí. Tendrás un casillero, para que metas tus cosas y tú uniforme. —Salió del mostrador y avanzó hacia el final de la tienda.

Cogí mis libros y lo seguí. Atrás era espacioso, vi una hilera de casilleros, al menos unos siete, y un pequeño cubículo.

—Eso de allá es el baño. Podrás cambiarte ahí. Tu casillero es el dos, ten la llave. Dentro hay una camisa. —Puso una pequeña llave en la palma de mi mano.

—Gracias –murmuré.

—No hay de que.

Se fue, dejándome ahí frente a los casilleros. Abrí el número dos y metí mis libros, mi bolso y saqué la camisa. Era de color blanco, con una nota musical negra al costado del pecho, donde estaba el corazón.
Cerré la puerta y me dirigí al baño. Me puse el suéter y me coloqué bien el overol, viéndome al espejo.

¿Caer Yo? Jamás ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora