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Ahora Carlo tenía que pensar como decirle a su hermano que se había quedado sin novio, miraba algo alarmado el cuerpo desmayado de su ex-abogado en el suelo. También le empezaba a estresar que la enfermera no dejaba de hablar y decir que posiblemente la despedirían.
—¡Podría callarse por favor! — Grito ya hartó.
— ...Voy a llamar a un doctor —. Se fue apresurada.
— Joder —. Se acercó al cuerpo del peli-negro, tomándole pulso, lo tenía demasiado errático y empezaba a sudar demasiado. Tal vez si sobreviva a la dosis, con eso en mente saco su celular y le tomo una foto guardado lo en la galería de su celular.
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Abrió poco a poco sus parpados, sintiéndolos pesados, el olor a medicamento llego a sus fosas nasales y la luz blanca lo encandiló.
—¿Dónde estoy? — Hablo moribundo.
— ¡Salinas!
— Mh, ¿José? — pudo distinguir la piel morena del otro. Quien había sido llamado para ayudar a recoger el cuerpo del alcalde.
— Que mal, no murió —. Estaba seguro que ese era Carlo.
—¿Pueden decirme por favor que fue lo que le inyectaron?
Pregunto el doctor bastante serio dirigiéndose a sus acompañantes. Mientras la enfermera ayudaba al perdido Raúl a sentarse en la camilla.
—¿Se encuentra bien, señor alcalde?
— Si, si, estoy de puta madre —. Se tambaleó un poco.
— ¿No siente nada extraño o algo?
— No, solo estoy un poco desorientado — Se agarro la cabeza con una mano tratando de calmar los mareos. — Y siento mi cuerpo algo caliente.
—Eso es normal, usted es un lechoso —. Lo señaló José.
— Necesitamos hacerle unos análisis para saber que le inyectaron, señor alcalde —. Carlo se alarmó.
— No creía que haga falta doctor, Salinas es muy drogadicto, igual y era una de esas mierdas —. Excuso y de pasada aprovecho arruinarle un poco la reputación al mayor.