Osvaldo no tuvo más remedio que explicarles a sus padres sobre la sirena. Ellos no se molestaron por dos motivos: primero, porque Isaac había sido quien había entrado a perseguirla, debido a ello, el joven recibió una reprimenda; y, en segundo lugar, porque Elizabeth y Marco no iban a regañarlo minutos después de que casi lo perdían.
Tan pronto el auto se estacionó al llegar a su destino, Adrián corrió a abrazar a su hermano. Los estaba esperando sentado en la entrada y al ver la silueta de Osvaldo en el carro, sintió un gran consuelo.
—Perdón por haberte asustado —se disculpó el mayor, mientras devolvía el gesto y acariciaba la nuca del menor. Adrián le llegaba al hombro, un recordatorio de que ya no era un niño pequeño.
—Pensé que te había llevado el mar —exclamó el otro, apretando su rostro contra el cuerpo de su hermano.
—Fui más fuerte que él —dijo Osvaldo—. Bueno, en realidad, recibí ayuda —añadió, volteando a ver a Isaac que ya había salido del vehículo.
—¿Entonces le ganaste? ¿Ya no te va a pasar nada malo? —el chico inclinó su cabeza hacia atrás, para ver bien al otro.
Osvaldo buscó la mirada de su madre, quien sabía más que él.
—No estoy seguro. Mamá, ¿tú que crees?
La mujer se acercó a los dos, con su esposo detrás.
—Honestamente, ya no tengo idea de cómo funciona esto. ¿No te duele la cabeza?
El castaño negó. Por primera vez en varios días, no había rastro alguno de la atracción del océano sobre él.
—Sólo nos queda esperar —opinó Elizabeth—. Vamos, hay que entrar —luego, dirigiéndose a todos los demás, excepto a Adrián, añadió: —Y ustedes tienen que cambiarse.
Isaac terminó tomando prestada ropa de Osvaldo. La mamá de su amigo se ofreció a lavar su ropa, a lo cual el castaño terminó por ceder, lo único que no dejó que se encargara fue de su ropa interior, pues sería muy vergonzoso.
—Es lo menos que puedo hacer, salvaste a mi niño —expresó la mujer. Con cualquier otra persona, a Osvaldo le habría dado algo de pena que escucharan a su madre llamarlo así, pero Isaac había estado tantas veces en su casa que había presenciado cosas más embarazosas.
—No, yo sólo... —empezó a decir el moreno.
—Es verdad —intervino el selkie desde el sofá, tenía a Adrián rodeado con sus brazos descansando en el pecho del menor, quien a su vez estaba recostado sobre su hermano—. Si no hubieras llegado, no creo que hubiera podido salir de ahí por mi cuenta.
Ambos chicos se sonrieron.
—Hijo, ehm, perdón, Isaac —dijo Marco, corrigiéndose al ver que sus dos hijos volteaban a verlo—. Voy a ir a dejarte a tu casa —ofreció el hombre, con las llaves del auto en las manos.
El moreno palpó sus bolsillos instintivamente, queriendo encontrar su teléfono. Obviamente, no lo llevaba pues traía puestos unos shorts de Osvaldo; sin embargo, tampoco lo había llevado a la playa. Lo sabía porque los habría sentido al cambiarse. Eso era bueno porque si no se había mojado, pero malo porque no le había avisado a su padre que se iba a tardar.
—Oh, sí, está bien —respondió finalmente—. Ya es tarde —dijo, sin saber exactamente la hora. El chico caminó hacia la entrada—. Si algo pasa, aunque realmente espero que no, no duden en llamar.
—Muchísimas gracias, hijo —dijo Elizabeth, pensó que sus palabras no eran suficientes para demostrar cómo se sentía en realidad.
Marco se adelantó a encender el vehículo.

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A Prueba de Agua
ParanormalOsvaldo posee una afinidad con el agua; es capaz de nadar a gran velocidad y puede aguantar la respiración por horas. A pesar de esto, no tiene permitido acercarse al mar, pues hacerlo podría ser riesgoso. Un día, el chico se ve obligado a romper es...