La luz que emanaba de la linterna que Isaac sostenía no le permitía ver más al fondo del agua. Estaba preocupado, el hermano de Mía no había salido de allí y él había visto de propia cuenta lo peligrosa que era esa bestia. Tenía que actuar y pronto.
Bajo el agua, Iván quiso gritar, pero al intentarlo sólo logró sacar burbujas de su garganta. La cola del monstruo lo golpeó en el mismo lado donde lo había herido y entonces siguió avanzando hacia el bote.
"Con que así van a ser las cosas" pensó el siyokoy. De pronto, el chico abrió su boca. Sus dientes comenzaron a crecer, transformándose en colmillos afilados. Luego, nadó hacia su rival, reprimiendo el dolor punzante de su herida.
Logró darle alcance y lo capturó por la aleta caudal. El adaro intentó quitárselo de encima agitando su cola, pero esta vez no sería suficiente. Iván apretó con fuerza y se impulsó hacia adelante. Luego giró para quedar boca arriba y sin tiempo que perder, clavó sus dientes en el vientre del monstruo. Sangre emanó de la abertura. El monstruo se estremeció y empezó a moverse erráticamente, sin embargo, eso sólo ayudó a que la herida se extendiera hasta el borde. Entonces, Iván se despegó de la criatura.
El adaro gruñó, pero estaba demasiado conmocionado por la lesión en su parte baja, que no contratacó al chico al momento. El muchacho se sentía débil, cómo pudo, comenzó a dar brazadas para acercarse al bote. Un rápido vistazo le indicó que el vehículo se había detenido.
De pronto, vio a alguien llegando hacia él. Isaac se apresuró a tomarlo de la muñeca y lo asistió para llegar junto a la lancha.
—¿Qué estás...?
—Mía me pidió que te cuidara —respondió el moreno—. ¿Estás bien? —exclamó asustado, al ver que la boca del chico estaba de color rojo. Ya había retraído sus colmillos.
—Es del adaro —explicó al momento. Una mano se extendió desde la embarcación, el chico la tomó y la madre de Osvaldo lo ayudó a subir—. Apúrate —urgió al otro joven—. Está herido, pero no tarda en volver.
—Si está herido entonces tenemos un oportunidad —dijo el chico, en su mano empuñaba un cuchillo rodeado por el pasto marino venenoso. Mía se lo había dado en caso de emergencia. Sin dudar, el moreno se sumergió de nuevo.
—Espera —exclamó Iván, pero al intentar moverse se quejó.
—Tienes que sanar primero —dijo Elizabeth. Ella miró a su esposo, y anunció—. Voy a ayudarlo.
—Liz, no —pidió el hombre, quien se había acercado para verificar el estado del otro joven.
—No voy a dejar que estas personas lastimen a nadie de la familia —dijo ella—. Eso incluye a Isaac. —Sin dejar que Marco diera una réplica, la mujer lanzó a las profundidades.
El chico del amuleto no tuvo que buscar a la criatura, pues de inmediato, la vislumbró nadando a prisa en su dirección. Se impulsó hacia abajo, evadiendo al adaro, luego vio el punto débil de la bestia, la herida que Iván había infligido en su vientre. El pelinegro aumentó su velocidad y, con el brazo extendido empuñando el cuchillo, lo encajó debajo de su abdomen. La bestia lo golpeó con la cola, causando que dejara el arma enterrada en él.
El tiburón volteó con la intención de atacarlo, no obstante, Elizabeth ya había llegado a la escena. La mujer lo empujó por el cuello, llamando su atención. La criatura dio dos bocanadas en contra de la selkie, pero ella ejerció más fuerza, impidiendo que la alcanzaran sus dientes. El adaro empezó a agitar sus propias extremidades, intentando rasguñar a la mujer, a la vez que abría y cerraba su mandíbula con fuerza, sin lograr atrapar nada. Finalmente, la criatura tuvo éxito al rasgar el brazo derecho de Liz. Ella apretó los labios y aguantó el dolor. De todas formas, estando en el océano, el agua sanaría la herida. Eso si el adaro no seguía lastimándola.
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A Prueba de Agua
ParanormalOsvaldo posee una afinidad con el agua; es capaz de nadar a gran velocidad y puede aguantar la respiración por horas. A pesar de esto, no tiene permitido acercarse al mar, pues hacerlo podría ser riesgoso. Un día, el chico se ve obligado a romper es...