El nuevo selkie estudió con curiosidad a los dos muchachos que lo estaban siguiendo y ladeó su cabeza. Parecía tener entre siete y nueve años, tenía cabello de un negro intenso y su piel era clara, un poco más que la de la mamá de Osvaldo. Otro rasgo que resaltaba en el pequeño eran sus ojos, de un tono verde claro.
—¿Cómo te llamas? —preguntó el castaño. El niño frente a él parpadeó unas cuantas veces—. ¿Hablas español? —dudó. Podía venir de otro extremo del océano y tener otra lengua nativa, sin embargo, sus características físicas correspondían con alguien del hemisferio occidental.
—Kalen —murmuró de pronto el menor—. Ese es mi nombre —aclaró, parecía pronunciar cada palabra con cautela—. Y sí, hablo español.
—Soy Osvaldo —se presentó el muchacho—, y él es Isaac —añadió, señalando al otro chico, quien se acercó nadando.
—¿Ustedes también son como yo? —cuestionó el niño.
—¿Quieres decir selkies? —quiso confirmar el chico. El pequeño asintió. —Sólo yo —contestó el más alto—. Él es un humano normal —explicó, haciendo un movimiento con su cabeza en dirección a Isaac.
—Eso pensé —murmuró Kalen—. Te escuché cuando me llamaste.
—¿Entendiste eso? —preguntó Osvaldo, extrañado.
—Así es como nos comunicamos bajo el agua —respondió el chiquillo—. Con sonidos, nuestra mente los comprende. —Eso tenía sentido, el muchacho no imaginaba a los selkies teniendo la necesidad de salir al aire cada vez que quisieran decirse algo. Añadió su nuevo descubrimiento a la lista de cosas que tendría que practicar—. Oh, tienes que venir conmigo, a los demás les va a agradar conocerte.
—¡¿Hay más?! —exclamó el castaño. ¿Sería posible qué...? Negó mentalmente, no podía adelantarse a los hechos.
—Sí, vamos —el niño lo tomó de la muñeca, se volteó y comenzó a jalarlo. Isaac extendió su palma hacia él y levantó una ceja. Osvaldo se encogió de hombros y retomó el nado en el rumbo que su nuevo conocido le indicó.
Los dos se sumergieron de nuevo, seguidos por Isaac. El chico estaba usando su piel de foca para cubrir parte de su cuerpo. No obstante, en un momento el pequeño soltó a Osvaldo para cubrirse con su indumentaria especial y en un parpadeó, cambió a su forma animal.
El par siguió al pinnípedo por un corto trayecto, hasta llegar al arrecife. De entre una de las formaciones coralinas, apareció otra foca, ésta más grande que Kalen. En seguida aparecieron tres más de un tamaño similar al pequeño, y una mediana.
Kalen se acercó hasta el grupo de criaturas. De pronto, a los oídos de Osvaldo llegaron sonidos semejantes a un chasquido. Las focas se estaban comunicando entre ellas. El muchacho se concentró, pero lo único que pudo distinguir fueron las palabras selkie y costa.
Entonces, los cinco recién llegados nadaron hasta la superficie y el par de chicos los acompañó.
Al igual que en la ocasión anterior, una vez emergieron del agua, se toparon con tres humanos. Kalen, una mujer y un muchacho. Las tres focas pequeñas permanecieron en su forma animal, lo que hizo dudar a los recién llegados acerca de si se trataba de mamíferos comunes o si simplemente no querían transformarse.
La mujer tenía una larga cabellera marrón oscuro, que caía hacia abajo en línea recta y se hundía en el agua. Sus ojos tenían el tono del cielo reflejado en la superficie marina, que le recordaron al chico los de su madre y su abuela.
—Mucho gusto, Osvaldo e Isaac —dijo la selkie mientras inclinaba la cabeza. Seguramente Kalen les había dicho sus nombres—. Mi nombre es Myrna. Él es Tristán —añadió, señalando con la mano al muchacho detrás de ella. Debía tener la misma edad que ellos o al menos no ser mucho mayor. Su piel canela acentuaba el color de su cabello negro, y, a diferencia de los otros dos, sus ojos eran cafés—. Y a Kalen ya lo conoces.
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A Prueba de Agua
ParanormalOsvaldo posee una afinidad con el agua; es capaz de nadar a gran velocidad y puede aguantar la respiración por horas. A pesar de esto, no tiene permitido acercarse al mar, pues hacerlo podría ser riesgoso. Un día, el chico se ve obligado a romper es...