Expedición

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-Levantate, Gajeel- dijo El César Tito Makarov.

Gajeel, obediente, se levantó de su genuflexión.
-Me han informado de que las expediciones en Hispania te han salido muy bien con excelentes resultados.
-Así es, Divinidad- contestó Gajeel- No hay preocupación alguna, los hombres son tranquilos y no se oponen a la expansión romana mientras se mantenga la paz. Me he tomado la libertad de dejar a uno de mis legionarios, Valerio Romeo Conbolt, como prefecto momentáneo. La tribu lo aceptó como "símbolo de protección y amistad" con Roma.
-¿Quién es ese Valerio Romeo del cual hablas?
-Un joven honesto y de buena disposición. Fue muy bien recomendado por el Tribuno Dragneel.

El Emperador miró a su centurión y examinó sus decisiones. Sentía gran aprecio por él y sus acciones eran acertadas. Desde que entró al ejército regular, escuchó mucho de su justicia y habilidades. Sentía que él hubiera sido un buen esposo para su pequeña Rea Octavia, por la cual lloraba casi a diario. Pero él tenía más confianza con otros hombres que pudieron haber sido, también, buenos esposos.

-Lamento decirte, Gajeel, que no te he llamado solo para saber sobre Hispania-dijo el Emperador-Ni para pensar en lo que hubiera sido- murmuró para sí mismo.
-Usted, diga, Divinidad, y yo así lo haré.
-He recibido una información, Gajeel, de la misma fuente que me recomendó revisar la Península. Esta fuente es de mi suma confianza y debes realizar lo siguiente. Debes ir a Germania, cerca del norte del Rin. Ahí hay un ejército de miles de barbaros dispuestos y armados a marchar contra Roma. Debes destruirlos a todos. Estoy siendo muy claro, Gajeel. Mátalos, no quiero prisioneros, aunque sean mujeres y niños.

Gajeel nunca había visto así al César. Él nunca mandaba eliminar a ningún pueblo hasta ese punto.
-¿Me permite preguntar, mi señor?
- Habla, Casio Gajeel.
-¿Por qué eliminar a un pueblo a tal extremo?
-Porque son la tribu de bárbaros que mató a mi Reina y secuestró a mi hija.
-Pido, perdón, César- dijo después de un incómodo momento.
-No es algo que ocultaré, Gajeel. Tu ejército te esperará mañana en las puertas de la ciudad para tu viaje. Si vuelves exitoso, yo mismo daré una fiesta. Ya puedes retirarte.
Gajeel se llevó el puño derecho al pecho y luego se retiró.

En su casa, Gajeel le comentó su nueva misión a Totomaru y él le dio el aviso a Jet para que alistaran el equipaje del señor.
Cuando acabaron, Gajeel pidió que llamaran a Levy a sus aposentos. Después de unos momentos escuchó unos golpes en la puerta.
-Adelante.

Lentamente, la puerta se abrió y vió a Levy asomarse por el umbral.
-¿Me llamó, mi señor?
-Así es, pequeña, acércate- dijo extendiendo la mano- dame tu mano.
Levy se la dio a su amo y el la tomó y la besó y ella alzó la mirada hacia su señor.
-Supongo que sabes que mañana parto a Germania.
-En la casa no se dice otra cosa.
-No sé cuándo ni si volveré. Espero me extrañes. Ten por seguro que yo lo haré.
Ella guardó silencio y Gajeel volvió a sentir ese temor cada vez que estaba con ella. Pero Levy, esta vez fue más rápida.
-Debo pedirle algo a mi señor.
-Dime tu deseo.
-Permita, mi amo, que pueda agachar la cabeza y permita le hable como una mujer libre.
-Te lo permito.

Levy agachó la cabeza antes de empezar su confesión.
-Mi señor piensa que me repugna, pero debo decirle que no es así.
Gajeel la miró fijamente.
-Desde que lo vi por primera vez en casa de Tiberius Rogue, el amo, aún sin saber que era mi dueño, me pareció el hombre más atractivo que hubiera visto.
-No debes haber visto a muchos hombres, pequeña.
-Tal vez no, mi amo. Pero no puedo verlo partir sin decirle, que si no respondí a sus besos o a sus caricias fue porque la inexperiencia me lo impedía. En definitiva no es nada similar a mis lecturas-murmuró la última frase para sí.

Gajeel se acercó a Levy y la abrazó.
-Dime, mi niña ¿Por qué justo ahora me lo dices?
-Porque no puedo ver partir a mi amo sin decirle lo que siento. Quiero que usted lo sepa, pues solo los dioses saben si volverá. Deseo que sepa, amo, que no busco mi libertad con esto. Yo seguiré siendo su esclava hasta que, por gracia de la diosa Mavis, usted me libere. O hasta que ella lleve mi alma a sus pies.
-Nunca pasó esa idea por mi cabeza, pequeña- finalizó con un beso en la coronilla de su esclava.

-Ahora soy yo quien debe pedirte algo, pequeña.
-Soy su esclava, señor, yo le obedezco.
-Entonces dame algo por esta noche-dijo levantando la cara de Levy por el mentón-duerme a mi lado, en mi cama. Juro por Júpiter que no te tocaré de "esa" manera. Pero no me dejes dormir solo esta noche.

Levy guardó silencio un momento y luego dijo:
-Si eso hace feliz al amo.
La sonrisa de Gajeel se ensanchó mientras llevaba a su esclava a su lecho. Gajeel durmió mirándose en los ojos de Levy. Sus manos estaban en la pequeña cintura de la esclava y ella peinaba el pelo de su amo con los dedos.
-Prométeme algo, Levy.
-Lo que desees, amo.
-Prométeme que, por lo menos, intentarás responder a mis besos.
-Prometo intentarlo, amo.
A cambio de esa promesa, Gajeel besó en la frente a Levy.

Pronto ambos se durmieron y dejaron que el tiempo pasara hasta que llegara el nuevo día.

La Flor de RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora