Aquí no hay nada

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Gajeel y el centurión Claudio Gray Fullubuster partieron hacia Germania a primera hora de la mañana. Marchaban junto a un ejercito de varios cientos de soldados. La misión era usar el factor sorpresa y extender espías a los territorios bárbaros y atracarlos sin prevenirlos con un gran desplazamiento de soldados.

-No tienes idea de cómo te envidio-dijo Gajeel tiritando de frío sobre su caballo.
-Crecí en estas montañas-dijo Gray- soy hijo de bárbaros, pero criado aquí por romanos. Es costumbre, nada más.
-Aún así, me congelo en este asqueroso clima.

-Será mejor que nos detengamos, pronto anochecerá. Manda rápido a los expedicionarios, debemos descubrir pronto ese campamento-sugirió Gray.
-Sí tienes razón ¿qué opinas del Raiyinshuu? El equipo de Laxus siempre ha conseguido buenos resultados.
-Sí, fue bueno que el Emperador les ordenara que vinieran con nosotros.
Gajeel llamó a los tres miembros de ese grupo y les dio las indicaciones correctas sobre su misión y les dijo que debían regresar dentro de siete días.

Tras la partida del Raiyinshuu, el ejército no tuvo más que esperar. Se turnaban en guardias y se esperaba que los espías volvieran. Pero a la noche del séptimo día, no los habían visto regresar.
-¿Estarán muertos?- preguntó Gray.
-Si es así, no le hará ningún gracia a Laxus.
-Tengo un mal presentimiento, Gajeel. La gran mayoría de nuestros soldados están muy agresivos.
-¿Qué quieres decir?
-Están ansiosos de guerra. Son soldados que no quieren defender a Roma, solo matar a cuantos se pueda. No sé que hizo qué el Emperador los eligiera. Hay algo extraño en todo esto.
-Justo la clase de chusma que detesto-suspiró-Iré a descansar a mi tienda, avísame si los ven. Si no llegan mañana a primera hora, iremos todos a buscar a esos germanos. Buenas noches, Gray.
-Descansa, Gajeel.

Cuando Gajeel entró a su tienda las luces que ahí habían se apagaron y alguien se acercó a Gajeel por detrás y le tapó la boca con un pañuelo.
-Centurión. Soy Freed Augusto, debo hablar con usted, por favor, señor, no haga ruido.

Cuando le quito el pañuelo, Gajeel le susurró-gritó.
-¡Casi me matas de un susto, idiota!
-Le pido perdón, señor, pero esto es sumamente importante.
-¿Por qué te escondes, entonces?
-Porque sospecho que hay un traidor entre nosotros. Nuestro señor, Laxus, solo nos permite confiar en usted.
-Habla.
-Bixlow y Evergreen siguen vigilando el campamento bárbaro, pero no es lo que esperábamos que fuera, señor.
-¿A qué te refieres?
-No hay ningún ejército, centurión.
-¡¿Qué?!
-Shhh... Es una aldea de bárbaros, sí. Pero es pequeña, son hasta menos que nuestro ejército. No hay fraguas de armas. Solo para broches, orfebrería y otras cosas similares. Pero no hay armas y no hay ningún ejército. Lo máximo que hacen son cuchillos para cacería.
-Esta es tierra de bárbaros, el ejército debe estar en otra parte.
-Entonces la fuente del Emperador estaría equivocada. Hemos revisado toda la parte norte del río Rin, señor. Bixlow y yo nos extendimos al oeste y al este. Es la única aldea en kilómetros.
-Entonces no podemos atacarlos.
-Estaríamos desobedeciendo las órdenes del César, señor.
-El César ordenó destruir una aldea armada hasta los dientes, no una con menos miembros que el ejército que envió.
-¿Qué hará amo?
-Regresa con tus compañeros y regresen juntos mañana, temprano, ante todos nosotros. Luego te diré qué hacer.

***

-¿Dime, por favor, por todos los dioses, por qué no te defiendes?- preguntó un preocupado Totomaru al ver a Levy con arañazos y golpes.
-Nos educan para aguantar los golpes fuertes del amo. Unos arañazos de niña malcriada, no me molestan- contestó la esclava mientras el administrador la curaba.
-¿Sabes que, al no estar Gajeel aquí, soy yo el que da las órdenes?
-Sí, señor.
-Entonces te voy a dar una nueva orden. Si alguien te agrade, tienes todo mi permiso para defenderte ¿De acuerdo?
Totomaru vio a Levy sonreír de una manera malévola, como nunca la vio antes.
-Lo haré con mucho placer.

La Flor de RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora