De vuelta a casa

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Después de pensarlo muy bien y bajo la intersección de la diosa Mavis, el César tomó una decisión, comprendiendo lo que era correcto, la cual se la comunicó a su mayordomo.
-Avisa a la doncella de mi hija. Que sea aseada y perfumada. Vístanla de gala, con bellos trajes azules y púrpuras, coloquenle una tiara en su cabeza y jojas en su cuello, sus brazos, piernas y dedos. Manden a preparar un anda de oro y llamen a seis fuertes siervos para que la carguen. Esta noche ella irá donde su prometido.

Luego mando a llamar a Laxus.
-Esto es lo que haré con tu hermana pues he comprendido lo que es correcto. Ahora dime, ¿cómo está Casio Gajeel?
-He ido a verle hoy y al darle el mensaje de mi hermana se ha puesto más calmado.
-Bien, ve a su casa y dile que debe arreglarse y estar presentable. No debe estar ebrio ni desaseado. Dile que no debe vérsele mal, pero no le menciones que le enviaré a mi hija. Laxus agradeció a su padre por su favor, fue a las habitaciones de su hermana y la felicitó y luego fue a la casa de Gajeel.

Así se hizo. Mientras Levy era aseada y arreglada, Laxus fue a dar el recado. Le dijo a Gajeel que debía estar presentable pues en la noche irían a buscarlo. Así hizo Gajeel y se baño, se afeitó la barba y vistió como solía hacerlo antes de ser separado de Levy.

Ya era noche entrada y Gajeel seguía esperando a que viniera la visita prometido. PantherLily, a su costado, ronroneaba preocupado por su amo.
-¡Gajeel!- gritó Totomaru.
-¿Qué pasa? ¿A esta hora se le ocurre aparecer a la visita?
-Cuando veas quién es, no pensaras en eso.
Amo y siervo se dirigieron a las puertas principales de la casa y vieron acercarse una gran anda de oro alumbrada por dos hombres con antorchas y cargada por seis fuertes hombres.
-¿Quién viene ahí, Totomaru?
-Ni cuando veas lo creerás.

El anda se detuvo a solo unos metros de la puerta y los esclavos colocaron tapetes hasta el umbral de la puerta. Cuando todo el camino quedo cubierto, abrieron las cortinas del anda. Entre bellos y hermosos cojines reposaba la mujer más hermosa del imperio.

Levy salió de su anda. Vestía tules azules y rojizos, llevaba joyas y calzaba zapatos dorados. Parecía una diosa visitando a su amado. Caminó por los tapetes como si caminara sobre el agua.
-¿Levy?- preguntó Gajeel sorprendido cuando la vio cerca de él.
-Sí, Gajeel, soy yo.
De repente Gajeel se arrodilló y fue imitado por Totomaru.
-¿Y esto a qué viene?- preguntó Levy confundida.
-Tú eres Rea Octavia, hija del César, la Flor de Roma. Yo soy tu siervo y me arrodillo ante ti que eres mi señora- dijo Gajeel.
-Entonces, levántate- Gajeel se puso de pie- no vuelvas nunca a arrodillarte, pues yo soy, para ti, Levy. Además, el Emperador ha aceptado mi súplica y mañana a primera hora toda Roma sabrá que seré tu esposa.

Gajeel quizo abrazarla pero ella lo detuvo.
-Totomaru, es noche entrada. Por favor, ubica a mis esclavos para que puedan guardar mi anda y dormir. Mañana pueden regresar al palacio.
Así se hizo. Luego Levy tomó la mano de Gajeel y caminó con él hacia su cuarto.

Antes de entrar al cuarto, Gajeel no pudo más y, empujándola contra la pared del pasillo, la besó. La besó como quien en muchos días no hubiera probado bebida o alimento.
-Te he extrañado tanto, mi Levy- dijo Gajeel al separarse de ella y acariciando su rostro- Tantas noches pensando en ti, tantas cosas rotas de la impotencia de no poder hacer nada. Tanto temor de no volver a verte o de que te casaran con alguien más.
-No pienses en eso, mi amor. Tómame en tus brazos de nuevo, he extrañado tus caricias como no tienes idea.

Gajeel llevó a Levy a sus habitaciones y la colocó en su cama. Empezó a desvestirla, le quitó cada tela de su cuerpo dejandola desnuda y enjoyada. Seguidamente, él se desvistió y abrazó a su mujer. Beso sus labios, su cuello, luego pasó a sus pechos, los cuales mimó con celo arrancando gemidos y suspiros de la garganta de Levy.
-Mi amor, te he echado tanto de menos.
-Yo también, Gajeel, yo también. Te amo.

Gajeel siguió bajando por el cuerpo de la princesa hasta alcanzar su intimidad. Abrió las piernas de su amante y lamió la intimidad de Levy. Después de un tiempo produciendo placer en ella, se ubicó para entrar en su ser.
-Te amo- dijeron los dos al mismo tiempo, al momento en que Gajeel entraba en la intimidad de Levy.
Él embistió a su mujer como el hombre sediento del cuerpo de su amada y ella arañaba su espalda ante el mar de sensaciones que sentían. Alcanzaron el orgasmo juntos y cayeron rendidos en la cama sabiendo que no volverían a separarse.

La Flor de RomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora