El secreto

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Cuando Emma llegó a su casa, notó como Yuugo y Sol estaban comiendo en la sala, ella sonrió para no preocuparlos en lo más mínimo y decidió unirse a ellos en la cena.

—Gilda me habló sobre algo — Yuugo comenzó a hablar una vez que Emma estuviera en la mesa.

—¿Eh?, ¿qué te dijo? — Emma estaba muy curiosa.

—Tú rebelde hija, estaba coqueteando con un extraño — La acusó Yuugo mientras Sol se sonrojaba.

—¡Eso no es cierto! — Emma miró a la pequeña, que sus mejillas se sonrojaron bastante.

—¿Qué quiere decir con eso? — Emma preguntó mientras ladeaba la cabeza.

—Que un extraño le estaba hablando desde la reja y ella fue toda contenta a hablarle — Emma miró hacía su hija mientras ella bajaba la cabeza.

—Sol... — Emma le miraba preocupada —¿Qué te he dicho? —

—Pero no era un extraño — Sol le miró mientras veía sus ojitos lastimeros — Era el príncipe— Emma soltó un suspiró.

—Es un extraño, Mami no conoce a ese tal príncipe — Emma le habló con voz maternal.

—Pero Yuugo si lo conoce... —

—Solo nos encontramos una vez, ¡eso no es conocerlo! — Sol bajo su cabeza arrepentida.

—¿Por qué hiciste eso? — Emma le preguntó mientras veía a la niña apenada — Si algo te llegará a pasar, yo estaría muy preocupada — Comentó ella.

—Quería agradecerle por el libro, fue muy interesante — Admitió su hija — Además me regaló otro — Emma le miró aún más preocupada.

—¿Cómo es que a ti te atraen con libros y no con dulces? — Yuugo se quejó bastante, mientras Sol bajaba los hombros.

—Mi pequeña, eso no estuvo bien — Emma le habló con una voz neutra, dándole a denotar que estaba enfadada — Eres mi más preciado tesoro, si algo te llega a pasar, lloraría bastante — Emma acarició su cabeza con delicadeza, mientras Sol asentía — No lo vuelvas a hacer, ¿de acuerdo? — Sol asintió levemente.

—No lo volveré a hacer, pero no llores —Pidió la niña mientras un par de lágrimas se asomaban por sus ojos.

—Además, ese príncipe te dijo que te debías portar bien, si no le haces caso a tu madre él te odiará — Yuugo le increpó.

—Si, lo sé — Sol miró hacía otro lado, aún avergonzada.

Emma aún seguía preocupada, mientras terminaban de cenar, llevó a su hija hacia la habitación para ayudarle a prepararse a dormir, una vez que estuvo lista, Sol le mostró el libro que le había dado. Emma supo que no era un libro para niños, pero Sol había dicho que su encuentro fue una casualidad y él solo quería regalarle algo para leer, y se lo dio porque tenía muchas imágenes bonitas. Emma soltó un gran suspiró, tendría que poner más atención a lo que pasaba alrededor de su bebé.

El otro día llegó, y Emma nuevamente siguió su rutina, dejo a Sol con Gilda mientras iba hacía el departamento de Susan para terminar el cuadro. Aunque tenía miedo de que Susan se diera cuenta de su relación con Ray, no podía desaprovechar la oportunidad para terminar el trabajo, además, ya había comenzado y no podía retractarse.

Cuando llegó, temió que Ray estuviera en ese lugar, pero solo estaba Susan, por supuesto, ella ya no se mostró tan amable como el día anterior ya que no le miraba de manera dulce ni cordial, más bien quería terminar todo rápidamente, así que Emma se apuró para hacer las cosas y poder cobrar.

Mariposas contra el vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora