Capítulo 18 |♠️

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Angelo D'Amico

Sicilia, Palermo.

(5 años de edad)

Observo mis mocasines de cuero mientras espero que el profesor llegue. Papá dice que son más elegantes que las zapatillas con caricaturas y mamá me recuerda que son mas costosos y por eso mejores.

Al ver el humedo jardín por la ventana recuerdo que tampoco debo ensuciarlos con lodo, y mucho menos traer lodo al piso de madera brillante, o peor, a la alfombra blanca de mamá.

Cuando el señor que me da clases entra en el salón, me sonríe mientras deja su maletín sobre el escritorio, hoy tengo exámen. No estoy nervioso, me toman uno todos los días, si obtengo una mala calificación papá no me deja salir a jugar, siempre los hago bien, pero no importa porque nunca salgo a jugar.

Conozco a algunos niños, pero no me gusta estar cerca de ellos, no son mis amigos y no quiero que lo sean.

Mamá dice que debería intentar tener amigos, los vecinos por ejemplo, ellos tienen tres coches y un piscina enorme me contó, pero yo no los necesito, mi papá me lo dijo y él siempre tiene razón.

Actualidad.

New York, Manhattan.

Cada vez que mis ojos se cierran cuando intento dormir, solo logro ver sombras. Alcanzar el sueño es algo efímero para mí, pero a veces, cuando lo logro, soy consciente de que esas escasas horas en las que consigo descansar me costarán noches en vela.

Son las siete de la mañana cuando me despierto, logré dormirme a las cuatro pero ahora ni siquiera puedo pensar en volver a la cama. Salgo de mi cuarto con el ridículo uniforme de la universidad puesto y perfectamente planchado. Me detengo en seco en mitad del pasillo cuando el aroma a waffles llega a mi nariz.

Mamma, ¿Que haces aquí? —pregunto avanzando y viendo a Eleonora darme la espalda mientras sirve café.

Ella se voltea, luce un suéter beige y unos leggins oscuros que probablemente a papá le molestaría que llevara en público de no ser por la amplitud del suéter. Sus ojos se clavan en mí mientras una mueca se apodera de su rostro, luce sorprendida y triste. Me acerco hasta ella y tomo una de las manzanas que trajo.

—Me encargaré de encontrar a un chef para que te cocine, me sorprende que sigas vivo viviendo a base de cigarrillos y whisky —afirma luego de tomar aire— Te aprovechas demasiado de la salud de la juventud.

Me encógo de hombros, comenzando a comer.

—estuve ocupado —me limito a responder.

—¿Con qué? No tienes tres hijos y cincuenta años —dice con sus brazos cruzados, pero no con un tono lo suficientemente enfadado.

—nada importante —le resto importancia haciendo un gesto con mi mano.

Su expresión no se suaviza. Pero esta avergonzada, lo sé, no sabe que hacer, debe sentir que fue un descuido de su parte lo que me está pasando, pero en realidad ella nunca tuvo un control sobre mi.

—tu padre me dijo que hoy ibas a venir a casa luego de tus clases, pero yo quería verte antes.

Mis labios se curvan ligeramente hacia arriba.

—¿Me querías ver o alimentarme a través de suero si es necesario?

Ella chasquea la lengua y se apoya en la encimera. Sigue observando en silencio como llevo el tenedor a mi boca.

Diamante Negro © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora