(EN PROCESO)
De la sangre, el honor y los secretos nacen los descendientes de la mafia siciliana. De la sangre, el honor y los secretos nace Lionetta Accardi, la hija de una de las familias en la Cosa Nostra de Italia.
Su mente cínica es como un dia...
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Angelo D'Amico
Observo la imágen en el espejo frente a mi. El cabello enmarañado y los ojos azul grisáceo con mirada adormecida debido al inminente insomnio hacen que arrugue mi nariz. Abro el grifo y me limpio la cara, seguido los dientes y luego me meto en la ducha. El agua es caliente, forma un vapor que logra que la mampara del baño se empañe al igual que el espejo sobre el lavabo y los azulejos que cubren todo el cuarto. Quema, y hace que todos mis músculos se relajen mientras las gotas y el jabón se deslizan por mi cuerpo desnudo.
Al salir de mi cuarto de baño envuelvo mi cintura en una toalla y empiezo a buscar en el vestidor qué ponerme. Mientras rebuscó entre las camisetas oscuras escucho que alguien toca la puerta.
—adelante —digo.
La puerta se abre y una de las chicas de servicio entra. Tiene el cabello castaño ondulado, es de estatura baja y contextura delgada, viste el traje de mucama que mi madre les otorgó a la mayoría de mujeres de servicio. No sé su nombre, el único nombre que conozco de alguna persona que trabaje en esta casa es el de Margot.
—Angelo, no sabía que estabas ocu-ocupado —la voz de la castaña es nerviosa— lo siento.
Su mirada me recorre el cuerpo sin ningún pudor y se detiene en mi cabello, el cual gotea agua y deja gotas sobre el mármol del piso.
—¿A qué viniste? —pregunto volviendo a entrar en el vestidor, siento que sus ojos me están violando de todas las formas posibles.
—recibió una llamada de Luka Bracco, dijo que vendría a las once.
Me extraña un poco que no haya optado por llamar a mi celular, pero no me preocupo, es Luka, quien sabe si mañana se despierta con ganas de escribirme por carta como se hacía cincuenta años atrás en vez de usar tecnología.
La toalla cae al suelo cuando me coloco un boxer negro y vuelvo a dirigirme hasta donde está la mucama. Ella me observa.
—está bien, ¿Algo más? —pregunto.
Ya quiero que se vaya para poder cambiarme y bajar a devorar el delicioso desayuno que me espera en la cocina, el exquisito aroma de waffles llega hasta mi nariz fácilmente y causa que mi estómago se contraiga luego de no haberme alimentado bien durante dos días.
—su hermana lo espera en el patio, puso la red de tennis —asiente y mete las manos en los bolsillos de su uniforme.
Frunzo mis labios. Hoy no tengo necesariamente ganas de jugar, y el hambre que siento solo hace que me dé más pereza pensar en las interminables horas en las que tengo que golpear una pelota con una raqueta hasta que Vicenza se cansé o consiga algo mejor que hacer. Sin embargo, cuando estoy predispuesto, disfruto hacer ese deporte, es bastante terapéutico.
—de acuerdo, puedes irte, si no hay nada más —la castaña obedece y se va.
Escojo de entre mi ropa un pantalón de chandal gris y una simple camiseta negra. Hoy no tengo que salir de casa así que no me preocupo en escoger un traje o algo formal. Cuando suelo acompañar a mi padre a eventos, que es casi siempre, le gusta que use traje.