Al volver a la habitación luego de aquello, trató de dormir pero volvió a miserablemente fallar en ello; lo que ya se estaba haciendo bastante tedioso si debía admitir.Cuando escribió aquella vieja y arrugada carta, después de darse por vencida con respecto al sueño, podrían haber sido fácilmente las dos o tres de la mañana; sus tortuosos pensamientos la habían sacado de la cama cual el intenso salpullido que una vez había contraído cuando tenía tan solo ocho años de vida.
Debía hacer algo, debía ganar más tiempo para poder pensar con claridad y lo único que había atravesado por su alocada mente había sido aquello de lo que probablemente pronto se arrepentiría.
Con una solitaria vela encendida a su lado garabateó de forma legible una mentira benévola, esa que evitaría preguntas que preferiría no responder ni siquiera para sí misma.
¿Qué iba a decirles si no era una mentira?¿Que se había enamorado de una chica que debía asesinar? ¿Que una Mikaelson, por primera vez en la maldita historia, mostraría piedad? ¿Que cambiaría el rumbo de la vida que sus ancestros habían marcado desde hacía siglos? Habría sido lo mismo que decirles que había puesto su cabeza bajo la guillotina, lista para perder la vida en un solo segundo.
Así como terminó de escribir aquella carta, se colocó sobre ella la enorme capa negra que la había acompañado desde un principio y pronto hizo su camino devuelta a los oscuros pasillos para abandonar la corte con un solo propósito.
Al llegar al establo sacó a Perseo de su corral, ensillándolo con prisa. Al llegar a la gran verja un guardia, como ella había esperado que ocurriera, le ordenó detenerse con un solo movimiento de su mano.
- Señorita, ¿algún problema?¿a dónde se dirige fuera de la corte a estas altas horas de la noche? -Interrogó haciendo algunas señas a su compañero, aquel que se encontraba sentado dentro de la pequeña garita.
- Mi nombre es Hope Marshall, guardia real de la Delfina -Apartó un poco la capucha que ocultaba su rostro, clavando sus orbes celestes en los del veterano- Llevo un mensaje de la misma a alguien importante en el pueblo -Mintió observando como el hombre la miraba con cautela, como si estuviera tratando de corroborar aquella historia.
¿No deberían investigar a los que entran y no a los que salen? Dios, eran gilipollas.
- ¿A estas horas? -Alzó una ceja, su mano enguantada sosteniendo las riendas de Perseo.
El hombre no era tan estúpido como a Hope le hubiese gustado, eso estaba claro.
- Es un mensaje privado -Insinuó viendo si con aquello podía zafar, el caballo relinchando de forma inquieta bajo su cuerpo- Puede, si así lo desea, preguntar a la Delfina pero déjeme remarcar, como usted bien mencionó en un principio, que estaría molestando a la princesa a estas horas de la noche -Arriesgó con el frío golpeando su nuca, su estómago anudado a causa de los nervios.
Si el guardia decidía corroborar aquello con Josette, Hope estaría completamente arruinada debido a lo que la carta contenía; delataba su identidad por completo. La aprisionarían sin pena y luego la torturarían para quitarle información con respecto a la corona inglesa, no tenía duda alguna.
Tal vez debería haber dicho alguna otra mentira que no involucrara a la Delfina, debería haber dicho que visitaría el pueblo por compañía o algo de eso; sabía que los guardias reales eran asquerosos y que por algunos chelines lograban, en algunas estancias, hacerse de lo que quisieran.
- No hay necesidad de molestar a la princesa -El hombre meneó la cabeza, esbozando una sonrisa mientras pasaba su mano por el pelaje oscuro de Perseo.
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Si solo fuera Hope -Hosie 1
Romance1579 Francia e Inglaterra, dos imponentes reinos que siempre han estado al pie de una guerra, llevaban enemistados poco más de cuatro siglos a pesar de que la razón no era muy clara, por lo menos no ahora. Para Hope Mikaelson, la aclamada princesa...