Libro 1 Capítulo 27

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El sol brillaba en su máximo esplendor, sus rayos bañando el extenso jardín cubierto de rosas rojas; las favoritas de su tía Freya. Aquel solitario pensamiento fue suficiente para traer a su mente, de forma involuntaria, al resto de su familia. Su padre, su madre y todo Mikaelson que había jurado protegerla hasta el último aliento. El sentimiento de culpa no tardó en instalarse, no cuando prácticamente vivía con ella.

Tuvo que menear la cabeza, tratando de aplacar la creciente angustia en su pecho, cuando en su mente se materializó las tristes miradas que su familia le compartía en aquella situación imaginaria; esa que de todas formas no estaba muy lejos de la realidad considerando que se encontraba a tan solo un paso de que estos descubrieran la mentira que la llevaba a ser una traidora a su sangre y país.

Todo lo que estos habían hecho por ella, ¿así les pagaba?

Buscó centrarse en otra cosa, sabía que este tipo de pensamientos sin acción no la llevarían a ningún lado. Había un imponente estanque natural donde dos parejas de patos, poco antes de que la tarde descendieran sobre el reino, chapuceaban ajenos a la presencia de las dos jóvenes sentadas a la sombra de aquel gran roble ubicado en la porción más alejada de la propiedad.

Hope arrastró sus pálidos dedos por el extenso cabello castaño de la Delfina, la cabeza de la misma reposando sobre las piernas estiradas de la mayor. Josette se encontraba sumida en una profunda lectura, por un segundo olvidando que la pelirroja estaba a su lado. La joven sonrió ante el cuidadoso tacto, deslizando una página para pronto devorar la siguiente.

Los dedos de Hope vagaban por aquel cabello sedoso, inconscientemente trenzándolo como su madre solía hacerle cuando ella era más joven y todo era más fácil; lo que ahora extrañaba. Hope no lo entendía pero a su madre le encantaba peinarla, lo que era sumamente innecesario debido a que la Princesa de Gales contaba con personal de servicio para sí misma. Ahora imitar aquello con la castaña era una simple acción que la relajaba, la hacía sentirse cómoda y por unos segundo imaginar la idea de estar otra vez en casa.

Cortó pequeñas flores silvestres que nacían del pasto donde yacían, comenzó a colocarlas de forma aleatoria en el cabello de la princesa. Su padre algunas veces le había colocado alguna flor tras la oreja, en conjunto con algún cumplido que ya poco lograba recordar a esta altura.

Las yemas de sus cansados dedos se arrastraron por la piel bronceada de la frente de Josette, rápidamente llegando hasta las cejas perfiladas de la misma. Trazó una de estas con su dedo índice, acariciando de la forma más ligera posible.

Algo dentro de ella temía que la chica se rompiera si ejercía un poco más de presión, lo que era realmente estúpido si debía ser racional o algo parecido a aquello. Tal vez dicho temor nacía a causa de la belleza inhumana de su acompañante, aquella semejante a la de un Dios digno de alabanza. La posibilidad de que Josette Saltzman simplemente desapareciera dejando atrás un simple brillo divino aún persistía en sus posibles ideas; idea sumamente descabellada pero no imposible.

- Hope -La joven quería advertirle, con la tan sola mención de su nombre, que debía para con aquello pero al final el llamado del mismo había sonado más a un ronroneo que otra cosa- No puedo concentrarme si sigues haciendo eso, por favor -Cerró los ojos cuando los dedos de la pelirroja le rozaron la garganta, luego una de sus clavículas descubiertas.

Las prendas que utilizaba aquella mañana, holgadas y sumamente cómodas, permitían que gran parte de su piel se expusiera frente a cualquier movimiento que la misma hiciera.

- Disculpa, no sabía que padecías de ser un felino -La pelirroja se burló con una ceja en alto, su mano pronto cayendo desde su lugar en la piel de la princesa hasta alcanzar el césped bajo su cuerpo.

Si solo fuera Hope -Hosie 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora