Libro 1 Capítulo 36

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Inglaterra, 1575

Estaba nerviosa, llevaba tiempo sin sentirse así. Pese a que era consciente de la emoción, no la vociferaría ni aunque su vida dependiera de ello. Era una Mikaelson, y si había algo que sabía a esta corta edad es que estos jamás podían confesar sentimientos tan débiles como lo eran los nervios o el miedo. Podía jurar, pese a que no era oficial, que el lema de su linaje era la muerte por sobre la vergüenza en lugar del tan íntimo Always and forever que solo los miembros de la familia podían utilizar.

Hope había, hacía tan solo un mes, cumplido sus catorce años y la llegada a tan florecida edad traía consigo no solo cambios sino que también eventos importantes. Uno de ellos, para el que últimamente se venía preparando, era su famosa investidura como la princesa de Gales pese a que dicho título la acompañaba desde el nacimiento. Su padre, el ahora rey Niklaus Mikaelson, tuvo su investidura en 1552 cuando había cumplido los trece años; edad en la cual había sido considerado maduro para tal evento. Hoy, cerca de veintitrés años después, Inglaterra volvía a prepararse para la investidura de otro heredero al trono y pese a que solo estarían presentes aquellos más allegados, Hope no podía evitar sentirse presa del pánico.

Dio vueltas por su habitación, el carruaje llevaba esperándola más de quince minutos. Sentía, pese a que sabía tenía todo, que le faltaba algo importante antes de partir rumbo a el castillo de Caernarfon donde la ceremonia tomaría lugar.

Su tío Elijah había comenzado a enviar las invitaciones, solo a familiares y amigos, hacía ya un mes. Kol, por otro lado, se había centrado en la seguridad del lugar debido a que el evento era ideal para un golpe a la familia Mikaelson ya que los mismos abandonaban la seguridad del palacio por un par de días.

Volvió a dar una vuelta, arrastrando sus dedos por su cuero cabelludo. Necesitaba platicar con su padre, a causa de los malditos nervios se había olvidado la mitad de su discurso y juraba que ese solo sería el primer error al que pronto seguirían otros.

- Princesa, su carruaje le aguarda -Una doncella comentó cuando la vio salir de la habitación, claramente pensando que la pelirroja ya estaba lista para abandonar la corte rumbo al este.

Hope le dio un ligero asentimiento, por cortesía, pero no se detuvo a explicarle que estaba lejos de irse; por lo menos no hasta encontrar a su padre. Dobló en la esquina del siguiente pasillo, luego prosiguió a tomar las escaleras. Si estaba bien ubicada en tiempo, sus padres también deberían estar prontos para partir rumbo a Gales.

Divisó el aposento de sus progenitores, su labio inferior se vio preso entre sus dientes. Se arregló el puño de su vestido, solo porque necesitaba distraerse. Su investidura sería en cuarenta y ocho horas, el viaje hasta Gales le llevaba poco más de un día.

¿Cómo le iba a decir a su padre que aún no se había ido? ¿Cómo iba a decirle que estaba aterrada por algo tan estúpido? Dios, temía decepcionarlo

Cuando estaba a medio metro de la puerta, lista para empujarla y adentrarse a la habitación, el cuerpo de una lanza se puso en su camino cerrándole el paso.

Frunció el ceño, sus orbes celestes alcanzaron la silueta del soldado que custodiaba la gran puerta.

- No puede pasar -Este, sin siquiera devolverle la mirada, informó en un tono que rozaba lo bruto.

¿Qué dijo?

La pelirroja meneó la cabeza, negando con confusión, antes de arrastrar su analítica mirada por el rostro del hombre para ver si lo reconocía o era uno nuevo. Tal vez había cometido el error de confundirla con algún sirviente, si es que todas sus joyas de repente no significaban nada.

Si solo fuera Hope -Hosie 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora