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Otra perspectiva (1/4)

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Narra Guy:

Mí cuerpo estaba débil. Tenía un poco de frío y mucha hambre.

Pero mí estado no era lo más importante en este momento, más bien lo eran aquellas dos personas enfrente de mí.

No podía creer y asumir lo que me estaban diciendo. En vez de escucharlos, sentía latir mí corazón muy fuerte en mí cabeza.

Hasta que logre agudizar el oído y mirarlos fijamente a los labios para entender sus palabras.

- Vete hijo -mencionó el hombre, inmóvil. Con un semblante triste.

- No -pude articular. Me acerque lentamente hacia donde estaban ellos.

- No, no te acerques -me ordenó papá, auyentandome con sus brazos—. La Brea está aumentando.

No comprendía por qué esa agua espesa color negra los sostenía fuertemente de la mitad de su cuerpo.

- Guy -esta vez me habló la mujer-. Ve, no te escondas, sigue la luz-señalo detrás mío el claro sol que se veía-. Así encontrarás El Mañana -me regaló una dulce sonrisa.

A mí corta edad pude comprender que mis papás ya no tenían oportunidad de salir. Y querían que yo siguiera el camino que los tres juntos emprendimos hace varios años.

- ¿El mañana? -cuestioné con algunas lágrimas en mis ojos.

Sabía que si empezaba a caminar, no los volvería a ver.

- Si

Voltié y observe nuevamente el sol.

- Está bien -asentí.

Prepare un pequeño bolso con comida, un cuchillo y demas, sostenida por un palo.

Si mis Padres querían que haga eso y los hacia felices. Lo haré.

Obedecí marchandome de aquel opaco y nublado lugar, secándome mis lagrimas con la mano.

No quería mirara hacia atrás, sino me arrepentiría de la decisión....

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Pase por algunos riscos altos, otros bajos y demasiados rios. No importaba cuánto tiempo tardará, debía encontrar el mañana.

Mí estómago rugió fuertemente, tenía mucha más hambre. Pues no comí desde aquella despedida.

Así que, para satisfacer mí panzita, me dirigí río abajo donde crecería mejor la vegetación. Hallé un arbusto mediano con frutos del tamaño de mi mano color rosado. Olí un par y supuse que si se podían comer, así que comencé a arrancar algunos que veía en buen estado.

Al sostener uno en específico y girarlo para ver cómo se encontraba el fruto, me topé con otra cosa aferrada a el.

Era un animal pequeño, muy tierno en verdad. Parecía inofensivo.

- Ey amiguito -lo saludé- ¿Estás solo? -pregunté observando a mí alrededor y las demás frutas que colgaban.

Volví a mirarlo y extrañamente sonrió.
Le devolví el gesto.

- Si, yo también -dije aquello algo apenado.

Pero note como el pequeño perezoso se subía sobre mí mano y así hasta mí muñeca.

Nuestro Mañana // Guy y tu // [2°do Libro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora