01| leaving home

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"Dejando el hogar

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"Dejando el hogar."

Los pies de Blessie daban pasos rápidos y firmes mientras seguía a su madre por la estación de tren; su mano derecha sostenía un libro de tapa dura de color marrón y en la izquierda llevaba su maleta. No estaba para nada de acuerdo en dejar su hogar, pero desde que la guerra había iniciado y su padre se había tenido que marchar, su madre entró en estado de preocupación y habló con un viejo amigo para que Blessie pudiera quedarse en su casa.

Se podía sentir y ver la nostalgia en la estación del tren: pequeños despidiéndose de sus familias, madres con lágrimas en los ojos y los hijos aferrándose a sus seres queridos, no queriendo abandonarlos.

Blessie se tragó el nudo que se formó en su garganta y miró el abrigo de su madre para evitar mirar esas escenas desgarradoras.

—Te encantará la casa del Profesor Digory. Es grande y amplia, con un enorme patio donde podrás jugar, árboles bajo los cuales sentarte a leer y una madriguera con varios conejos. —Blessie intentó sonreír, pero solo pudo mostrar una mueca. Selena, al verlo, se detuvo, haciendo que la ojiazul hiciera lo mismo—. Escucha, amor. Sé que no quieres irte, pero es por tu bien. Los bombardeos continuarán y no quiero que estés rodeada de eso.

—¿Por qué no podemos estar juntas?

—Porque donde me quedaré no habrá ningún niño. Solo habrá gente mayor, pero sé que con el profesor Kirke estarás bien. Es una buena persona y un amigo muy cercano mío y de tu padre. —Blessie no tuvo otra opción que asentir—. Buena niña. ¿Tienes tu boleto de tren? —la ojiazul asintió—. ¿Llevas a Barriguitas?

—Sí, está dentro de la maleta, y tengo mi diario. —lo mostró y Selena asintió conforme.

—Bien.

El silbato de aviso para que abordaran el tren sonó y Blessie tragó saliva.

—Mamá, tengo miedo.

—No tienes por qué temer, ¿sí? Desde donde me encuentre, voy a protegerte, y sabes que tu padre también.

Blessie llevó su mano desocupada a su cuello para apretar el dije de la cruz en su mano, un regalo que le dejó su padre antes de irse a la guerra. Era lo único que se trajo para recordarlo y tenerlo cerca.

—Voy a extrañarte.

—Yo también, Bless. —sus ojos marrones se llenaron de lágrimas, al igual que los zafiros de la pelirroja.

El silbato volvió a sonar y ambas mujeres se abrazaron con fuerza. Sabían que esa no sería la última vez que se verían; cuando todo acabara, volverían a estar juntas.

—Bien, sube. Te enviaré cartas todos los días.

Blessie asintió y se subió al tren con lágrimas en los ojos. Se volteó un momento para agitar su mano en un último saludo.

Gold Witch | Las cronicas de Narnia¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora