VIII

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El viernes pasó rápido. Entre que me levanté tarde y algo molesta por la resaca, y que pasé la tarde en el estudio, cuando salí ya era de noche y me acosté pronto para madrugar el sábado.

El finde no paré de hacer cosas. Y el lunes tampoco es que fuera un día muy ajetreado, más bien tranquilito, pero lo aproveché para ver a unos amigos.

Así que hoy, martes, me levanto de buena gana, ya que he dormido muy bien y mucho.

Me preparo un café rápido y me pongo mi ropa de deporte. Desayuno entretenida respondiendo mensajes y luego salgo hacia el gimnasio.

De camino me encuentro con un par de chicos que me piden una foto y se paran a hablar conmigo.

Una vez llego a mi destino, dejo mi bolsa en el vestuario y me dirijo a la sala donde ya me espera Magalí.

-¿Empezamos?- digo dejando mi botella de agua y mi toalla frente al espejo.
-Espera cinco minutos, que hoy tenemos compañía.- me indica sin dar más explicaciones yendo hacia recepción.

Y dos minutos después aparece mi compañera. Vestida con unos leggins negros y un top rojo y blanco que se ajusta a su figura a la perfección.

-Buenos días, compañera.- dice la rubia sonriendo.
-¿Y tú qué haces aquí?
-Pues entrenar, Miriam.- dice obvia pegando un trago a su botella.

Magalí vuelve y empieza el entreno. Y es que si Mimi ya es sexy bailando, lo es más aún haciendo ejercicios y toda sudada. Y eso me confunde.

El jueves la noche no acabó del todo bien, o por lo menos no como esperaba. La oferta de Mimi de ir a su casa me dejó descolocada. ¿Quería ir a su casa? no lo sé, aún es pronto para saberlo. De todas formas no puedo saber cuáles eran las intenciones de esa invitación y menos todavía sabiendo que ambas íbamos bebidas.

Ese pensamiento no ha parado de pasearse por mi cabeza en todo el fin de semana, sin ninguna intención de marcharse.

Verla aquí, haciendo ejercicio a pocos metros de mi cuerpo me remueve pensamientos que quisiera no tener.

Pero ella parece no darle importancia al final de aquella noche, porque no la noto distante ni cortada, para nada. Así que supongo que ya tengo mi respuesta, fue una invitación por pura educación, seguramente con la intención de acabar la noche con una última copa y una charla en la terraza.

-Eh,- llama mi atención detrás de mí en los vestuarios. Yo me giro para mirarla, ya se ha duchado y cambiado.- ¿tienes plan?- yo niego.- ¿Vamos a almorzar?
-Vale, pero hoy eliges tú.- digo siguiéndola hacia la salida.

Y me dejo guiar por Mimi por las calles de Madrid para acabar en una cafetería y panadería no muy grande, pero bastante llena para ser media mañana.

Entramos y Mimi me hace esperar junto a la barra en lo que ella se dirige hacia una puerta que parece dar a un pequeño despacho.

Sale acompañada de un chico moreno que viene sonriente a presentarse.

-Hola, soy Agoney.
-Miriam.- digo educadamente.
-Podéis pasar, que estaréis más tranquilas.- yo no entiendo muy bien, pero les sigo hacia una puerta tras la barra.

Entramos a la sala de hornos, donde hace bastante calor, así que me desprendo de mi chaqueta.

-Comed lo que queráis, invita la casa.- dice guiñando un ojo el canario, y se va por donde ha venido.
-Esto no te lo esperabas tú, ¿eh?- dice Mimi viendo cómo miro a todos lados.

Ella agarra un croissant de una de las bandejas recién horneadas y lo parte a la mitad tendiéndome una.

Se lleva a la boca el dulce y lo saborea con gusto. Yo imito su gesto.

-Joder... qué bueno.- no puedo evitar decir. Ella sonríe.
-Lo sé, este sitio es un pecado.- se ríe.- Solo vengo de vez en cuando, pero cada vez que quedo con Ago me trae una caja llena de bollería...

Yo sigo saboreando mi trozo de croissant y cuando me lo acabo miro alrededor con unas ganas terribles de devorar todo a mi paso. Y en ese todo está incluida Mimi, que se ha sentado sobre una encimera con las piernas ligeramente abiertas, y al pillarme mirándola me mira divertida.

-No sabes por dónde atacar...- se ríe. Yo me pongo mala con el doble sentido del comentario, pero dirijo mi vista a la bandeja más cercana, llena de napolitanas de jamón y queso.

Pido permiso a Mimi con la mirada y ella asiente acercando la bandeja hacia mí. Cojo una y me siento en la encimera frente a Mimi.

Me como mi napolitana en silencio, mirando a la nada y disfrutando. En la sala hace calor, ya que los hornos están encendidos. Sólo un par de personas están allí, recogiendo, limpiando, sacando barras de pan del horno... Pero parece que conocen a Mimi de más veces porque nadie se molesta de nuestra presencia.

Cuando acabo me doy por satisfecha. Aunque probaría cada dulce que hay en la sala, debo contenerme.

-¿Ya estás llena?
-No quiero que me siente mal.- ella asiente, también ha terminado de comer.
-Pero podemos llevarnos algo a casa.- dice bajándose de la encimera de un salto y yendo hacia una estantería.

Mimi saca un par de cartones que dobla ágilmente por las líneas marcadas y monta dos cajitas.

-¿Qué haces?- digo alarmada viendo que va a llenar su caja.
-Pues llevarme algo a casa. A Agoney no le importa.- dice encogiéndose de hombros.- Venga, coge algo.

Yo niego, me da corte invadir el espacio de trabajo de alguien y encima llevarme unos pasteles porque sí.

Entonces Mimi acaba de llenar su caja y coge la mía. Mete un par de croissants, una napolitana y varios pastelillos y luego la cierra.

-¿Vamos?- pregunta agarrando las dos cajas.

Yo bajo de la encimera y la sigo hacia la cafetería, despidiéndonos y dando las gracias a los panaderos que están trabajando.

-Ago, nos vamos.- dice Mimi asomándose a la puerta del despacho.
-Vale, llevaos algo.- Mimi asiente enseñándole las dos cajitas.- Nos vemos en clase.- dice despidiéndose con la mano.

Salimos del local y vamos andando hasta la esquina.

-Toma.- dice alargando su brazo para darme una de las cajas.
-Gracias.
-¿Te ha gustado el sitio?- yo asiento.
-Estaba todo de muerte...
-Es el mejor sitio de Madrid.- dice sonriente.
-¿Le conoces de hace mucho?- me refiero al canario.
-Sí, vamos a clases de baile juntos. Él tiene este negocio pero adora el baile.- yo asiento. Ella mira su móvil viendo la hora.- Se me ha hecho un poco tarde, pero nos vemos luego.- dice dejando un sonoro beso en mi mejilla y cruzando la calle para desaparecer entre la gente.

Yo me quedo parada, en la esquina de la calzada. No sé ni por dónde me da el aire. Me quedo embobada mirando la calle por donde se ha ido como si aún me alcanzara la vista a verla. Y después camino hacia la boca de metro con una sonrisa de oreja a oreja.


*****
Nuevo capítulo!
Mimi y Miriam se van conociendo más...
Espero que os esté gustando, os leo en comentarios!

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Bailando con ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora