XVI

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-Vamos, rubia, creía que no llegabas.- digo al verla aparecer por la esquina. Ella me hace burla con una mueca y camina hasta mi lado.
-Se me han pegado las sábanas...- se escusa.
-¿Cómo estás hoy?
-Bueno... ya se me ha pasado casi el disgusto, pero ahora estoy cagada por esta tarde, que como corra la suerte del otro día me quedo sin equipo, Miri.- me dice seria. Y haciendo un puchero al final.
-Anda, ni lo pienses. ¿No confías en tu equipo?- yo la estrecho entre mis brazos por unos segundos.
-También confiaba en los críos, y mira...
-Bueno, ya está, no te preocupes por eso que no va a pasar, confía en mí.- digo intentando tranquilizarla.

El abrazo se prolonga, ella se deja mimar en mis brazos y yo disfruto cada segundo de su piel contactando con la mía. Luego nos separamos y nos quedamos mirándonos la una a la otra, sin hablar. Ella está más relajada, más tranquila, y sus labios dibujan una pequeña sonrisa. No aparto mi vista de sus ojos, perdiéndome un poco en ellos peligrosamente.

-¿Qué quieres hacer? ¿desayunamos donde el otro día?- rompo nuestra burbuja después de unos minutos.
-¿En tu bar o en la panadería de Ago?
-Lo que más cerca nos pille, porque me muero de hambre...- confieso y ella asiente dando a entender que también está hambrienta.

Caminamos hacia el bar donde suelo desayunar los domingos. El mismo de la primera vez que quedamos. No tardamos más de 10 minutos en llegar, y allí nos sentamos de nuevo, al sol y con Julia en la barra sirviendo como de costumbre. La gaditana sale a la terraza y nos saluda antes de tomar nota.

-¿Qué vais a tomar?- dice la morena sacando su boli y su libreta.
-A mí no me entra nada que no lleve chocolate.- responde Mimi, y Julia no puede aguantar una carcajada.
-¡Vaya cuento tienes!- me río.
-Cállate que vaya días llevo.
-Ellaaaaa, dramáticaaaa.- comentario por el que me llevo un manotazo en el brazo de parte de la granadina.
-Sí, eso va a decir mi madre cuando me vea llorando to el día en la tele... aunque ya me conoce.- se ríe.
-Bueno, que yo también me emociono con todo.
-Pero tú lo disimulas porque eres actriz.- yo enarco una ceja dudando.- Bueno, ya lo veremos cuando echen el programa... ¿vendrás a verlo?
-¿A dónde?
-Pues a mi casa, illa.
-Emmmm...
-Invitaré a mis bailarinas o algún amigo para no verlo sola.
-Pues yo tampoco lo quiero ver sola, la verdad.- confieso.
-Pues ya está, te vienes a verlo y listo.- apaña.

Tras el desayuno, nos quedamos hablando un poco y antes de levantarnos, Mimi me pregunta:

-¿Tienes plan?
-Me podría hacer la interesante, pero no tengo nada que hacer.- confieso.- Pretendía hacer recados, pero si me ofreces otro plan...
-Pues... yo lo mejor que te puedo ofrecer es que vengas a mi casa a pelearte con la lavadora nueva, que hay que hacerse un máster para entenderla...- yo me río.- Es que de verdad que tiene más botones que yo que sé, si no sirven pa ná, yo lo que quiero es lavar la ropa...

Y acabo aceptando, porque no me apetece hacer la compra ni ir a lavar el coche, pero más que nada porque no me apetece separarme de Mimi. Si puedo alargar el tiempo con ella lo hago sin dudarlo.

Llegamos a su piso. Y no me deja ni sentarme un poco, iba enserio lo de la lavadora. Me arrastra a la cocina desesperada con el temita de la colada.

-A ver si entiendes tú algo, que eres más apañá.- dice dejando caer el folleto de instrucciones encima de la lavadora.- Si es que encima solo me vienen las instrucciones en alemán y el chiquillo que vino a instalarla no me explico ... ¡así como para que yo me entere!- grita dramática.

Nos ponemos a buscar en internet las instrucciones en castellano, pero no aparecen por ningún sitio, así que al final recurrimos a un vídeo tutorial que encontramos de casualidad. Con un poco de intuición conseguimos poner la lavadora y nos quedamos mirándola dar vueltas por unos minutos como dos bobas.

-¡Listo!- dice Mimi satisfecha.- Ahora no te vayas no vaya a ser que se pare o algo y no me aclare.- se escusa.
-Ya, ya... a ver si voy a tener que venir a ponerte la lavadora siempre.
-Pues no me importaría.- esto lo dice en bajo, pero con intención de que la oiga, claro, porque ella está sentada en la encimera y yo de pie en frente suyo, y su cocina no es que sea muy ancha.
-Bueno, pero tendrás que venir tú a pasarme la aspiradora a cambio.
-Prefiero planchar, se me da mejor.- se pone exquisita.
-O puedes venir a verme, sin excusas.- digo recortando la distancia.
-Creí que no me lo pedirías...- se muerde el labio inferior y automáticamente mis ojos caen en la tentación de observar sus labios sin dejarse detalle.

Ella tampoco se queda corta, se inclina hacia delante quedando frente a frente y me mira a los ojos intensamente. Alterna su mirada entre mis ojos y mis labios, esbozando una sonrisa.

-¿Por fin me vas a besar Miriam Rodríguez?- dice vacilona pero con ojos ansiosos.

Mi mirada vuelve a sus ojos para ver si está segura, pero no me hace falta más que ver que es ella ahora la que no aparta su vista de mi boca. Acabo con la distancia y apoyo mis labios en los suyos, suavemente. Le arranco un beso lento y dulce, disfrutando de cada segundo. Ella pide paso con su lengua y ahí pierdo la cuenta de los besos que nos damos y de las veces que nos separamos para calmar nuestra respiración agitada.

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Yass!
pronto nuevos capítulos
escribid en comentarios qué os parecen ideas para otros capítulos☺️

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Bailando con ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora