Capítulo 8

269 55 12
                                    

Axel:

Después de la cena, decidí subir a mi habitación y pedir mis deseos solo. No quería abrazos de nadie, sabiendo que la mayoría de las personas que se encontraban en aquel jardín no me soportaban.

Además estaba el hecho de que la chismosa habladora estaba aquí, y me rehusaba a sentir su presencia cerca de mi; o siquiera a cruzar palabras con ella. Aún no me olvidaba de cómo se burló de mí cuando fui a su pastelería.

"El tú de los ojos bonitos" Puff, que estupidez.

No sé quién se creía, pero se había equivocado si pensaba que algún día ella y yo tendríamos algún tipo de amistad. No imaginé volverla a ver, y mucho menos en mi casa, siendo la novia de Larissa.

No es que me moleste el que tengan una relación, es que no me sentía preparado para una información así. Y sumando el hecho de que la persona es aquella diabla con apariencia de angel. Porque si, no podía verla; pero estaba seguro de que parecía uno.

Escuché unos pasos aproximarse por el pasillo que conducía a las habitaciones, pero no le preste mucha atención pues seguro eran mis padres.

Estaba sentando en la orilla de la cama, pensando en lo ridículo que me debo ver con una uva entre las manos para pedir un deseo que se que no se cumplirá. No entendía porque estaba haciendo esto, quizá aún existían un porciento de esperanza en mi corazón.

Cerré mis ojos, en la espera del nuevo año. Sentí la vibración del reloj en mi muñeca izquierda, indicado la medianoche. Por lo que metí la uva a mi boca, y exclamé en voz alta aquello que tanto deseaba.

— Solo deseo, volver a ver la luz. — Me sentía como un niño cuando escribía una carta a santa. El que mi vista volviera era algo casi imposible, las probabilidades de que la operación para volver a ver saliera exitosa eran de un 30%; pues habían pasado muchos años desde que la perdí, cosa que hacía mucho más complicada mi situación.

Abrí los ojos, y me tumbe en la cama. No quería salir de aquí, ni hoy, ni mañana, ni nunca. Me sentía en uno de aquellos momentos dónde los pensamientos tomaban posesión de mi, pero esta vez se sentía diferente porque la principal causante de ellos era a quien no quería ni recordar.

La chismosa habladora, había tomado lugar en mi mente.

No quería pensar en ella, pues no tenía ningún tipo de importancia para mí. Pero era imposible cuando todo lo que venía a mi cabeza era su voz, su carácter, su forma de hablar, y su personalidad. No podía sacarla cuando todo lo que recordaba era la manera tan segura y altiva que mostró cuando me habló en la pastelería, o cuando sostuvo la conversación con mi madre. Quería desechar todos los pensamientos que estaban llegando a mi de forma repetitiva, pero joder, no podía.

Ahora era ella quien dominar parte de mis pensamientos.

Unos toques en la puerta, me hicieron sentarme de golpe. Seguido a esto escuché como se abría lentamente y el sonido seco de unos pasos aproximándose hasta mi.

— Hola, tú. — Esto era lo que faltaba, que la chismosa viniera a entrometerme en mi habitación.

Tomé una profunda respiración y la solté lentamente, tratando de calmarme un poco. Sentir su presencia junto a mi, me alteraba. Y no de buena manera.

— ¿Que haces en mi habitación? Y por última vez, no me vuelvas a llamar tú.

— ¡Dios mío! Pero que amargado eres, ¿Así vives tú vida siempre? — un minuto tenía, y ya estaba agotando la poquita paciencia que me quedaba. — Vine a ver qué hacías, porque no te ví en el jardín. Y te seguiré llamando tú, o como a mi me de la gana de llamarte. Porque puedo, y quiero.

Valiente © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora