17 de febrero de 1981

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Hola Amelia:

Después de lo que pasó el otro día me he visto con la imperiosa necesidad de volver a escribirte. Han pasado unos cuantos años ya y ni siquiera sé si seguirás teniendo la misma dirección, pero espero que así sea y esta carta llegue a tus manos.
Cómo de azaroso es el destino ¿no? ¿Cuántas cafeterías habrá en Paris? Tú lo sabrás mucho mejor que yo, pero supongo que bastantes, y justo tuvimos que ir a desayunar a la tuya.

Tengo que ser totalmente sincera y cuando Mateo me propuso el viaje a Paris por nuestro aniversario no me hizo especial ilusión. Es imposible que no asocie esa ciudad contigo. Tú fuiste lo primero que se me vino a la mente cuando me lo dijo, tú y todo el sufrimiento del pasado, ese que aún a pesar del tiempo a veces me atormenta pensando en lo que pudo ser y no fue, pero él estaba tan emocionado con la idea que no pude decirle que no.

No puedo negar tampoco que en la oscuridad de la noche y de mis fantasías, pensaba en cómo sería si nos encontráramos por casualidad por las calles de Paris. Había recreado un montón de posibles escenarios en mi cabeza, cómo estarías tú, el corte de pelo que llevarías ahora, a qué te dedicarías finalmente, lo que me gustaría decirte, pero jamás hubiera creído realmente que iba a ocurrir.

¿Sabes que es lo mejor de todo? Que nada de lo que pasó fue como yo me lo había imaginado. Ni tenías el pelo como yo creía, no nos chocamos casualmente por la calle, ni trabajabas en lo que yo había pensado y, sobre todo, no te dije nada de lo que me hubiera gustado. Bueno básicamente apenas te dije nada.

Cuando entré a la pastelería no reparé en ti, tu compañera fue la que nos tomó nota y nos atendió. Hasta ese momento no te había visto por ninguna parte, pero cuando viniste a dejarnos los cafés en la mesa y nuestras miradas se cruzaron, me dio un vuelco al corazón. Estabas tan guapa con tu uniforme, con el pelo mucho más liso a cómo solías llevarlo antes y te quedaba tan bien. No podía creer que al final hubiera pasado y hubiera coincidido contigo con lo grande que es Paris. Mateo estaba tan ensimismado leyendo el periódico que no se dio cuenta de nada, pero yo desde ese momento no podía parar de buscarte con la mirada. Fue en vano porque era como si hubieras desaparecido. ¿Acaso lo había soñado? ¿o quizás de las ganas que tenía estaba teniendo alucinaciones?
Ese día, terminamos de desayunar, pagamos y no volví a verte. Ya sabes qué fue lo que pasó a continuación.

En esta carta solo quería preguntarte por tu vida ¿Qué tal te ha ido todos estos años? ¿Eres feliz, Amelia? Yo te vi mucho más mujer del recuerdo que tenía en mi mente. Obviamente el tiempo pasa para todos y mi vida también ha cambiado mucho, pero siempre te he tenido muy presente.
Deseo de verdad que la vida te haya sonreído todo este tiempo y que hayas conseguido cumplir tus sueños, te lo mereces más que nadie.
Si el destino ya nos ha juntado un par de veces, ¿quién dice que no puede volver a pasar?
Me alegro mucho de haberte visto a pesar de todo,

Luisita

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