20 de octubre de 1973

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Hola Amelia:

No sé muy bien si voy a ser capaz de hacerte llegar esta carta después de todo lo que he visto hoy, pero el intento vale la pena.

Primero de todo, quiero que sepas que estando ahí dentro tu carta me destrozó y me dolió de una manera casi física, nunca había experimentado un dolor tan grande en mi vida, Amelia. Ni estar encerrada, ni la discusión con mi familia cuando se enteraron de los motivos por los que estaba ahí dentro, nada puede estar a la altura de ese sonido de mi corazón resquebrajándose al leer que me estabas dejando. No me podía creer tus palabras, no podías haber cambiado de opinión tan rápido, solo había sido cuestión de días, y eso me hacía plantearme muchas cosas.

Mi familia estaba tratando de convencerme para que Mateo se hiciera pasar por mi novio y así poder demostrar que las acusaciones eran falsas. Él había accedido a testificar, pero yo no quería aceptar eso, Amelia. Les había confesado todo, que estábamos juntas, que te quería y que no estaba dispuesta a renegar de mí misma. Ellos pusieron el grito en el cielo, ya no por el hecho de que estuviéramos juntas, sino por no aceptar la ayuda que Mateo me brindaba para salir de ahí cuanto antes. Ellos no podían comprender lo importante que son los principios para mí, y más aún, renegar de quién soy, pero que rápido se me cayeron todos los principios cuando leí tu carta, Amelia.

Me costaba creer realmente que tú quisieras acabar con todo lo que habíamos construido simplemente por miedo. Tú siempre has sido la más valiente de las dos con este tema, desde el primer día. Releo tu carta anterior y no me quedan dudas de que algo grave te ha pasado o te han hecho para llegar a escribirme todo eso. Era la única explicación verosímil que podía encontrar y, mi amor, no estaba dispuesta a dejar que pasáramos ni un segundo más ahí encerradas teniendo una solución rápida y sencilla, así que acepté la ayuda de Mateo como supongo te contarían.

En cuanto me pusieron en libertad, traté de buscarte y pregunté a los funcionarios, pero me contaron que ya te habías ido. Necesitaba verte, Amelia, necesitaba que me dijeras todo eso mirándome a los ojos para poder creerme de verdad que este era el final de nuestra historia, pero no pudo ser. He ido a tu casa y me ha recibido tu padre con muy malas palabras, diciéndome que él ya no tiene ninguna hija y que no tiene ni idea de dónde estás. Por suerte, he visto a tu hermano y he quedado con él en entregarle esta carta para que, si en algún momento puede, te la haga llegar. Él me dice que no sabe nada de ti, pero no me lo creo. Sé que te la va a dar.

Espero que estés bien y que mis sospechas sean erróneas, prefiero pensar que es el miedo el que te paraliza por mucho que me duela, a que realmente te hayan podido hacer algo. Estoy muy preocupada, y por favor, solo te pido que me cuentes la verdad. Necesito saberla para poder seguir adelante.

Amelia, ni en cien mil vidas podría olvidarte, pero para mí este no es el final. Me niego. Tengo la esperanza de que podamos vernos y hablar largo y tendido. Solo cuando tus ojos me confirmen que no quieres esto, que te rindes, yo dejaré de luchar. Incluso estar en la cárcel, que puede ser de las peores cosas que te pueden pasar, ha fortalecido mis ganas de estar junto a ti. Sigo teniendo claro que te necesito para poder ser feliz, que no voy a encontrar a nadie que me haga sentir como tú y no quiero conformarme con menos.

Te quiero, mi amor, y sigo creyendo en un "nosotras".

Luisita

POSDATAS || LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora