27 de abril de 1973

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Hola Amelia:

No sé ni cómo empezar esta carta... Llevo varios días tratando de escribir algo medianamente coherente que pueda expresar todo lo que siento en estos momentos. Sin embargo, creo que nada de lo que he logrado escribir hasta ahora le hace justicia al caos que habita en mi interior, así que cada intento ha terminado arrugado en el fondo de la papelera.

Espero que en esta ocasión sea diferente y logre plasmar, al menos con un poco de sentido, todo lo que pasa por mi cabeza. Tú te mereces una respuesta y siento mucho este tiempo de espera que te estoy haciendo pasar.

Antes de nada, quiero dejarte muy claro que nuestra amistad para mí es muy valiosa y que como amiga nunca me vas a perder. Leer todos tus sentimientos y tus miedos solo ha hecho que se incrementen más los míos, pero entiendo esa necesidad de sacar todo lo que llevas dentro y, por otra parte, te agradezco mucho tu sinceridad y que desnudes tu alma de esa manera a pesar de las consecuencias. Esto solo me confirma una vez más lo valiente que eres. Te admiro mucho y, pase lo que pase, no quiero que pierdas esa fuerza que tienes de tirar para adelante y de ser totalmente sincera y consecuente, sobre todo, contigo misma.

La realidad que has descubierto y que has aceptado implica que no podamos hacer como que nunca ha pasado y eso me aterra. No sé si estoy preparada para afrontarlo, Amelia, soy un mar de dudas y contradicciones. Soy consciente de que lo mínimo que te mereces es que yo sea totalmente sincera contigo también y me abra en canal como lo has hecho tú, pero no sé si voy a ser capaz. Eso implicaría demasiadas cosas y escribir esas palabras y que tú las leyeras haría que ya no hubiera marcha atrás y que todas esas posibilidades y dudas de mi cabeza ya no serían solo mías, ya no sería yo la única que sabe lo que sentí o lo que no sentí, ya no sería la única que sabe de mi miedo porque tu realidad puede que también sea la mía.

En toda esta vorágine de dudas y sentimientos a veces me sale a flote un poquito de valentía como la de ese día que me acerqué a nuestro punto de encuentro a la hora habitual. Cuando te vi allí de pie, preciosa como siempre, nerviosa jugando con tus manos, no saqué el valor suficiente para acercarme y en el último momento me di la vuelta. Te pido perdón una y mil veces porque cuando me cuentas de tus lágrimas y tus miedos se me encoje el corazón de saberme responsable de ellos y no hacer nada para apaciguarlos.

El miedo es como una barrera invisible y es mucho peor que cualquier barrera física. Al final, las barreras físicas son tangibles, sabemos que podemos saltarlas, romperlas, pero ¿cómo te enfrentas al miedo, Amelia? El miedo no se ve, habita en nuestro interior paralizándonos, haciendo que no actuemos, que sea mucho más fácil mantenernos cómo estamos, pero el miedo también nos impide que descubramos cosas nuevas que pueden ser maravillosas. Solo existir es de cobardes, pero vivir es de valientes y yo me encuentro en esta encrucijada.

A veces pienso que ojalá me escribieras diciéndome que todo fue una confusión, que podemos volver dos semanas atrás cuando disfrutábamos de Madrid, de nuestra compañía, de las risas... Y no sé si teníamos una amistad convencional, porque pensándolo bien contigo siempre ha sido diferente a con el resto de amigas que he tenido hasta ahora, pero quizás me gustaba vivir en esa ignorancia cómoda. Sí, sé que es el camino fácil y cobarde, pero así me siento yo, Amelia, cobarde.

Por el contrario, otras veces pienso en la suavidad y ternura de tus labios sobre los míos, cómo esa sensación me dejó totalmente paralizada y cómo nunca antes había sentido algo parecido. Ninguno de los besos que me había dado anteriormente me había transmitido ni la más mínima parte que el nuestro.

Mi corta experiencia en el amor siempre había sido un juego, me había besado con algunos chicos, pero más bien por curiosidad. A pesar de la fugacidad de nuestro momento, contigo siento todo lo contrario, que es lo más serio y real que he vivido nunca.

Aunque he tratado de engañarme a mí misma, la sinceridad de tus cartas me lo ha impedido y me he encontrado en incontables ocasiones reviviendo ese beso en mi cabeza. Cuando me siento valiente, sueño con repetirlo y así poder al menos romper con estas dudas infinitas y confirmar lo que realmente sentí. Leo tus letras una y otra vez y se me remueve todo por dentro pensando en qué tú puedas sentir por mí todo lo que expresas. Me aterra, me escandaliza y me emociona a partes iguales, pero siempre acaba llegando el miedo y es un miedo tan grande y a tantas cosas...

No sé si algo de lo que te he escrito aquí tiene algún sentido, pero quiero volver a aclararte que yo también quiero tenerte cerca. No sé si ahora es el momento de verte en persona, creo que aún necesito un poco más de tiempo para aclararme y digerir toda esta situación, pero espero que esta carta te traiga un poco de paz al menos. Tú sabes entenderme y leerme cómo nadie, así que espero tu respuesta a todos estos pensamientos inconexos que te he plasmado aquí.

Te quiere,

Luisita. 

POSDATAS || LuimeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora