Cap 04- El chico vendado

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Domingo, 16 de Mayo.

Día extraño, día nublado, día bipolar. Es la primera vez que entro a la habitación del paciente Dazai por la puerta sabiendo que hace una semana antes exacta solía sólo conformarme con sólo verlo a través de la ventana abierta.

"Sus palabras son falsas". La voz de mi padre reaparece por quinta vez en mi cabeza.

«No entiendo», afirmé en mi mente. «¿Qué ganaría él diciendo palabras falsas?»

Algo super raro, al acercarme a la puerta de la habitación, ambos guardaespaldas se hacen un lado dándome el paso tal como si tuvieran enfrente una dama de la realeza lista para entrar a su castillo para ver a su... ¿rey?

Sonrojé de momento y solté una pequeña risa, sonó ridículo, pero cada vez que me pongo nerviosa, comienza a salir pensamientos deformes en mi imaginación.

Pero uno de los misterios más grandes para mí fué... ¿cómo logró el extraño bigotudo convencer a mi mamá de ésto? Supongo que eso es un don.

Giré la manilla de la puerta y tragué saliva justo antes de abrirla. Al entrar contemplé el paciente en la cama, verlo desde un ángulo diferente es nuevo.

Por la venda tapando todo su mitad cara, no pude saber si andaba despierto o dormido, ni mucho menos al estar tan quieto sin mover ningún músculo. Así que tomé una silla de madera cercas de mí y lo cambié de lugar para ponerlo cercas de la cama sin hacer ruido. Caminé de puntillas pero en el medio camino...

—¿Quién eres?

Solté la silla generando un gran azote contra el piso.

—¡Soy Sayuri! —respondí esmerándome en no gritar tanto.

«¡Enserio! ¿Cómo puede tener oídos tan agudos?»

—Mmmm... —Ladeó su cara como si estuviera pensativo—. Esto es nuevo.

—¿"Nuevo"?

—Una simple estudiante de secundaria no puede vencer a los guardias. Si fuera así, entonces jamás te aproximarías a mi ventana desde el principio —dijo todo esto a la velocidad de un conejo.

«Wow» pensé. Claro, me resultó completamente desconocido verlo hablar más de 3 palabras, y ser aún más animado de lo usual. Incluso cerré mis ojos con fuerza para luego abrirlos, pareciera que fuera tan... poco real.

—Jámas vencí a los guardias, ellos me dejaron entrar —aclaré mientras me senté en la silla en frente de él, esta vez más tranquila.

—Me imagino que ésto es obra de Percas. —Suspiró él, haciendo una muñeca de desagrado—. ¿A qué venistes esta vez? ¿A verme más de cerca?

—¡No! ¡Claro que no! —exclamé apenada. Extraigo mi libreta y un lapicero de mi mochila—. Vine porque...

Miré en dirección hacia su ventana abierta, recordando la primera vez en que estuve ahí. Dije sí al bigotudo amable porque sabía que el chico vendado tenía de alguna manera una conexión con el colibrí mensajero. Estaba segura de que Dazai sabía acerca de lo qué dejó el ave justo antes de salir por la ventana en aquel entonces. Me gustan las pistas, él es una pista, por lo tanto...

—... me gustas —concluí finalmente.

El chico se quedó estupefacto ante mi inesperada declaración.

«Espera un segundo... esto sonó diferente al decirlo en voz alta» dije en mente.

Quise darme un coco en ese instante por ser tan directa, obviamente también me refería por sus vendas, por supuesto que amo las momias y él no es la excepción.

Después de unos segundos en silencio, el paciente comienzó a reírse a carcajadas y quedé atónita por su reacción.

—Eres rara y... agradable, tal como el color azul del cielo —logró hablar despues de esmerarse tanto en dejar de reírse. En un segundo, impulsó su espalda hacia enfrente para quedarse sentado—. ¿Y qué esperas de mi con decir eso? Sé de nuevo directa porfavor.

Sonrió ampliamente de manera travieso como si tuviera enfrente un Santa Clos esperándole con una nueva sorpresa. Elevé ligeramente mi ceja derecha.

«¿Me consideras un comediante?», pensé indignada

—Pues que fueras mi amigo —me limité a decir.

—Mmmm... déjame pensarlo. —De momento comienzó a fingir que estaba pensando mientras tocaba su barbilla con su dedo índice—. Lo seré pero con una condición.

—¿Qué? —cuestioné un tanto desinteresada. No es lo mío cumplir más condiciones, ya tengo suficiente con lo de mi mamá.

—Que no seas tan rara —se atrevió a decir.

UN ÁNGEL ENAMORADA DE UN CIEGO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora