Cap 02- Inocente acosadora

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—¿"Ángel"? ¿Yo? ¡No! —contesté un tanto nerviosa al ser por primera vez confundida por un bello ser con alas—. Soy un estudiante de secundaria.

—Que... mal —emitió el chico un tanto... ¿decepcionado?—. Creí por un instante que llegó mi momento.

—¿"Momento"? ¿Cuál "momento"? —Apoyé mis manos por el borde de la ventana abierta y me incliné un poco hacia adelante, curiosa por escuchar su respuesta.

En ese segundo, se dejó caer su espalda hacia atrás y se metió aún más entre sus cobijas, dejándome a su vez sin una respuesta e ignorando el hecho que estaba ahí.

Desde mi primer encuentro con el tal chico vendado, cada vez que iba al hospital, antes de irme a mi casa, siempre me asomaba a su ventana abierta en silencio para solo verlo dormido.

«¿Porqué pensó que era un ángel?», pensé curiosa mientras lo observaba. «¿Acaso él cree en los ángeles?»

Después de un par de minutos, me fuí en camino a mi casa. De repente me detuve en seco al mismo tiempo que me llegó una nueva hipótesis en mi cabeza. Puse mis ojos como platos y sentí mis latidos aumentar su velocidad.

—¿O acaso él estaba esperando a uno? —dije impactada y me dejé fluir mi sospecha a uno mayor—: ¿El colibrí tendrá algo que ver?

Sonreí dejando lucir mis dientes, jamás me había encontrado con un caso muy interesante como ahora. Era mi oportunidad para cumplir mi reto de agente, tal como los que veía en la televisión, quienes descubrían los malvados planes de un terrible villano o las identidades secretas de criminales vestidos de negro.

Pero algo relacionado con ángeles o aves mensajeros me provocó una extraña cosquilleo de emoción en mi estómago, incitandome a sacarlo con un grito de alegría y un par de saltos muy altos.

Necesitaba averiguarlo, estuve segura que sería demasiado divertido jugar a ser la detective o la protagonista como en las caricaturas.

Pero para ser una detective, debo llevar a cabo todo lo que hacen ellos y uno de esas cosas es de nunca revelar sus descubrimientos con los demás, manteniéndolos muy escondidos en algún rincón de mi mente.

Me resultó muy llamativo las vendas del nuevo paciente que lo cubría la mitad de la cara, hasta incluso siento que le da un toque tan amigable y sereno. Me hacía recordar a una momia y a mí me encantan las momias.

Es decepcionante ver cómo un par de altos hombres con trajes elegantes siempre bloquean la puerta de la habitación donde está el chico vendado, supongo que son evidiosos, incapaces de compartir el paciente con los demás.

«Que bueno que no exista hombres en la ventana», opiné aliviada sonriendo mientras dibujaba círculos imaginarios en la sopa con mi cuchara.

—Andas muy callada Sayuri el día de hoy —comentó mi padre, acto que me hizo salir y estar de vuelta al mundo real—. ¿En qué piensas?

—En un chico —respondí.

De pronto mi padre empezó a toser después de atragantarse con su misma sopa, mientras que mi madre me miró de manera sorprendida.

—¿No crees que aún eres muy jovencita para empezar a pensar en chicos? —inquirió mi madre, en tono serio.

—Mmmm... no —volví a hablar con tanta simpleza—. ¿Es malo que piense en uno?

Mi padre me miró horrorizado y mi madre parpadeó lleno de consternación. No entendí la razón de sus reacciones, mi madre se retiró del comedor en silencio recojiendo los platos de la mesa, excepto el mío.

Al retirarse mi mamá a lavar los trastes, mi padre aproximó su silla un poco hacia mi y se sentó.

—¿Cómo se llama el jovencito afortunado?

«¿Afortunado?», pensé confundida.

—Se llama Dazai.

—Oh, ¿Y es un buen alumno en la escuela? —preguntó mi padre.

Tragué saliva. Acabé de hacer un grave error en sacar el tema, me regañaría si supiera que en realidad estuve rompiendo su regla en los últimos días de nunca desviar mi camino a casa. Pero tampoco quise mentir.

—No, es sólo un paciente como de mi edad que un día me confundió con un ángel.

Mi padre puso sus ojos grandes y me preguntó un tanto inquieto—: ¿Porqué? ¿Porque te vió bonita?

—Mmmmm... —Me quedé pensativa tratando de buscar la mejor respuesta—. En realidad , para empezar él no puede ver con sus ojos vendados.

Al segundo que mi padre abrió su boca para otra pregunta, la voz de mi mamá lo interrumpió, lo que me hizo pensar que había acabado de salir de la cocina—. Sayuri.

—¿Si? —voltee a mirarla.

—¿De dónde conoces el chico de ojos vendados? —me cuestionó en tono serena.

Dí un suspiro, claro, lo que menos quise fue que mi mamá escuchara la conversación entre papá y yo, pero ya era hora de confesarla también a ella.

—Del hospital, lo ví por primera vez a través de la pequeña ventana de su habitación —respondí apenada al contar mi pequeño secreto.

Un espeso silencio invadió el comedor que fue cortado gracias a un inesperado risa de mi padre.

—Eso no se hace Sayuri, no es bueno ser una acosadora.

—¿"Acosadora"? —inquirí, descubriendo apenas que eso era considerado un acoso. Sentí frío en mis brazos por la mirada penetrante de mi mamá hacia mí.

—Te lo explico en unos minutos, —emitió alegre mi padre—. Primero vete a lavarte los dientes y ponte tu pijama.

Sin objeción alguna, me levanté de la mesa luego de decir las gracias por la sopa no terminada. Al final los dejé solos los dos en el comedor mientras yo caminé a mi cuarto.

UN ÁNGEL ENAMORADA DE UN CIEGO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora