Cap 16- Sábanas de oso

104 4 0
                                    

Viernes, 11 de Junio.

Sábanas de oso, ropa lisa y oscuridad total, la esencia de permanecer aquí ha evolucionado tanto con el paso de los días. ¿Porqué será?

Mantenía en mi mente la bella imagen de las nubes, los siete colores del arcoiris luego de la tormenta y las abejas aterrizar en las flores húmedas.

Los truenos interrumpieron mis recuerdos de golpe. Despues me hizo bostezar el ruido de la lluvia al azotarse contra el cristal y la fría soledad me invitó a dormirme... hasta que alguien abrió la ventana.

Por el sonido de las gotas caer sobre algo, imaginé que tenía un paraguas la persona. Su suave aroma a bombones recompensó los días de su ausencia de manera reconfortante.

—Sayuri, hace frío —emití al sentir el viento ingresar—. ¿Aquí nieva en invierno?

—Lo siento —susurró ella, en tono triste y decaída.

Quedé en silencio, supuse que ya se lo dijieron y me dió una vibra de calma al escuchar aquellas dos palabras.

Nadie me entiende, nisiquiera ella y eso me tranquilizó. Por primera vez me alegré con una persona por no ser diferente al resto. Por primera vez no sentí pánico ni irá, sino paz.

No merece estar al lado mío, ni yo en pedirle ayuda. Tal vez tuvieron razón, tal vez fue verdad, tal vez al final de cuentas realmente yo poseo una clase de maldición que siempre me acompaña a todos lados para atormentarme. Y la única que me hacía olvidar mi miedos fue la compañía de dos amables chicas, en especial ella.

Es mejor que no esté presente más en mis peores momentos, no de nuevo. Mi ansiedad siempre me abraza para luego reaccionar de la peor manera ante mis más grandes sospechas.

No la volveré de ver y apesar del hueco que estuve cargando, seré capaz de decirle adiós.

Odio que me traten como un pequeño criminal capaz de hacer daño como un despiadado psicópata. Mi mayor miedo siempre fue que un día me quitaran mi libertad; que me violaran mis derechos; que me arrebataran mi dignidad; que me tuvieran inmóvil atado por mis pies y manos sobre una cama, mientras piensen que soy un loco sin un corazón frágil.

Me encuentro en una tumba enterrado en muy profundo para sólo asfixiarme en soledad y oscuridad. Pero ahora por primera vez... ya no tengo miedo, miedo a que llegue el demonio. Tengo una luz, una guía, tengo mi tablero que siempre me recuerda en que debo de seguir adelante.

Estoy bien.

No estoy solo.

Está mis papás conmigo y con eso me basta.

Sonreí y negué con la cabeza—: No Sayuri. Al contrario gracias, gracias por todo.

Me hicistes recordar que los milagros más grandes del cielo siempre estuvieron presentes en las personas buenas. Y tú sin duda eres una de ellos.

Ya no es necesario de continuar iluminandome, aún tenía fuerzas para seguir luchando.

El día en que decida visitarte, prometo que me verás sin este problema, prometo no volver asustarte, prometo que me oirás decir que recorrí por todo el mundo como mi mayor sueño.

De momento la escuché entrar al cuarto por la ventana y dió pasos hacia mi. Su fragancia se volvió más fuerte a causa de su cercanía.

Sacó algo de su mochila con el sonido de su cierre al abrirlo y me puso algo alrededor de mi cuello.

Curioso, comencé a tocarlo y me percaté de una cruz que traía colgado la delgada cadenita.

—Esto te protegerá —dijo—. Los demonios temen las cruces. Prometo venir si ocurre algo. Solo asegúrate de que el demonio no te lleve, porfavor.

Su petición sonó en tono de súplica. El fino objeto entre mis dedos me transmitió cierta seguridad, así que asentí.

—Claro. En caso de que vuelvas a ver la hormiga, corre lejos de ahí —advertí—. Esa cosa nunca muere por más fuerte que lo golpeas con algo.

Silencio.

Formé una mueca, necesitaba decírselo pero en ese instante no supe cuál fué peor: que de verdad existe el demonio o que yo tenga un problema conmigo.

Bajé mi cara avergonzado ante la duda pero en eso me abrazó instantáneamente, como si temiera mucho de lo que podría pasar más adelante, y con cariño correspondí su abrazo.

Recargó su rostro sobre mi hombro y sentí por un par de segundos aferrarse sus dedos en mi suéter, por lo que concluí de que quería llorar.

Para tranquilizarla, le hice un comentario—: Tengo un tablero que cumplir, no te preocupes.

Suspiró ella.

—No vemos Dazai. —Se despidió en voz baja al mismo tiempo en que se apresura a salir del lugar antes de que alguien nos pillara.

Abrí mi boca y antes de que decidiera a acomodarme para dormir, lo solté de pronto—: Te quiero.

No esperé nada, era todo lo que quería decirle, pero ojalá hubiera podido ver su reacción ante mi más sincera confesión.

Así que solo me limité a sonreír.

Sentí que nuestra amistad estaba siendo más sólido y alto. Tan alto que podría decir que duraría toda una vida.

Al segundo giré mi cara en dirección hacia la puerta, como señal a Sayuri de que debía ya irse debido a que escuché pasos aproximarse.

Cuando cerró la ventana desde afuera justo antes de que una enfermera abriera la puerta, estiré mis brazos a lo alto. Sus últimas palabras me hizo feliz, volveré a escuchar su voz.

Por ahora me enfocaré en descansar bien porque un largo viaje me espera dentro de varios días.

UN ÁNGEL ENAMORADA DE UN CIEGO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora