Cap 17- Cadáver desenterrado

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Lunes, 14 de Junio.

Ya pasaron dos días. No tenía a nadie con quien jugar, Miroslava vive lejos y mi mamá me prohibió a ir al hospital luego de confesarle que me metí por la ventana para despedirme de Dazai.

Siendo honesta, no pensaba decírselo, pero tampoco podía mentirle cuando ella me preguntó si volví a acercarme con mi amigo.

Acabo de terminar una llamada con mi mejor amiga dónde ella me dijo que aún no hay novedad luego de revisar la cámara a través de su computadora. Guardé el celular de mi papá en el bolsillo de mi vestido y quedé sentada con mi espalda apoyada en el árbol de limones. No es divertido estar en la casa, extraño mucho ir allá.

«¿De verdad la hormiga nunca muere?», pregunté en mi mente al recordar la última vez que nos hablamos.

Por varios minutos estuve observando la tumba del insecto que le hice cercas de una flor en el jardín de mi mamá. Después de un rato, decidí mejor comprobar si lo que dijo Dazai era verdad. Sé bien que en mi situación actual ya no me era posible avanzar con mi investigación acerca del colibrí o del demonio a causa de las restricciones de mi madre, pero sí podía hacer algo con respecto de la hormiga.

Así que retomé mi puesto de detective y levanté mi pala de juguete que tenía clavada al lado de un pequeño árbol de duraznos. Y pronto comencé a excavar rápidamente.

Tenía que darme prisa, no me gustaría que mi madre me castigara pensando que de nuevo hacía pasteles de tierra, y luego dejara un desastre.

Lo bueno es que no le hice un agujero muy hondo cuando lo enterré, lo que me facilitó en sacarlo.

Sonreí de manera sastifecha por tenerlo entre mis manos. Debo admitir que me sentí rara por querer verificar algo que prácticamente por obviedad sería erróneo la afirmación de Dazai desde la perspectiva lógica, pero por una extraña intuición me decía que era necesario hacerlo.

Al inicio me costó abrirlo, tuve que aplicar una gran fuerza para lograrlo. De momento, al abrirlo lo solté por instinto.

Ahora estaba temblando, incrédula y atónita a la vez.

No estaba la hormiga muerta, ni su cabeza, ni sus patas.

Sino uno vivo, salió de su tumba resucitado, intacto, como si lo despedazado se uniera en uno solo al igual que un muñeco de Lego.

¿Cómo? Si todo lo que me dijo mi mamá tenía sentido.

Ahora mi cabeza se convirtió en un espantoso nido de dudas, realmente ya no sabía por dónde iniciar. Pero de algo estaba segura...

Tal vez Dazai no posee alucinaciones, por lo tanto tal vez sus palabras nunca fueron falsas.

Sentí terror, ahora mis manos estaban pálidas. Se aceleró mi respiración al pensar de nuevo en la probabilidad de la existencia del monstruo de manos rojas. En ese instante siento vibrar el aparato en mi bolsillo. Me centré en no entrar en pánico, y para ello respiré hondo pero para mí desgracia solo obtuve sentirme peor.

—¡Sayuri! —exclamó mi padre y voltee a verlo a estilo robot automático. Aún no procesaba todo lo que tenía en la cabeza—. Métete amor, que ya hace frío.

Contemplé cómo mi padre al pisar el pasto contrajo su expresión neutra, volviéndose más sombrío.

—Humo.

Pestañé, al poner atención en mi olfato, entendí el motivo de mi mareo.

De inmediato solté la pala y corrí a toda prisa saliendo de mi casa, sin importar los gritos de mi padre.

Necesitaba verlo. Solo tenía un pensamiento en mi mente: él estaba en peligro.

UN ÁNGEL ENAMORADA DE UN CIEGO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora