Cap 06- Manos rojas

168 7 0
                                    

El icónico insecto famoso por ser considerado un trabajador solidario y silencioso, ahora sólo quedaba un frío cadáver aplastado en la mesa, fué arrancado tres patas de su cuerpo por los impactos. Verlo de esa manera sentí su muerte tan macabro, tan injusto, tan... inhumano.

No es posible que su intención de búsqueda de alimento para llevarlo a su colonia lo llevaría a tener este castigo.

—Mataste a una hormiga —susurré en tono reprimida. Decirlo en voz alta incluso me sonó más cruel lo que hizo.

Subí mi mirada con cierto enojo pero dejé en olvido mi emoción, ya que fué reemplazado por cierto incertidumbre. Ya no veía al chico vendado deprimido, tampoco el Dazai travieso ni el lector tranquilo. Ahora me encontraba en frente de un chico asustado, su miedo lo manifestaba en su mano que sostenía la cuchara, estaba temblado, e identifiqué vulnerabilidad por su respiración pesada y su rostro agachado.

Sin palabra alguna, se retiró del lugar con su bastón directo al pasillo donde llegamos hace poco. Ahora que lo pienso, para su fortuna no había ningúna persona más que estaba en la biblioteca, por lo tanto le ayudó a evitar un escándalo innecesario.

Me quedé fija hacia la pobre hormiga deforme, levanté la silla tirada y saqué mi excofre de dientes vacío para después guardar ahí el insecto con cuidado y lentitud.

Me aseguré de cerrarlo bien con el fin de enterrarlo luego cuando regresara a mi casa, merecía descansar en la tierra, no ser tirado a un basurero si llegara a limpiar la mesa la intendente.

«¿Realmente valía la pena continuar por lo que empecé?», me dije a mi misma en mi mente.

Pasaron los días, no estaba segura si volver o no. Cada vez que iba al trabajo de mi mamá, sólo pasaba a platicar con Miroslava y con los demás pacientes. Más sin embargo, aún me daba la tentación de asomarme a su ventana apesar de que había contemplado su peor faceta con los insectos. Tal vez contaba con una fobia a seres pequeños e indefensos, tal vez no debí tomarmelo tan a pecho su acto, así que luego de una semana me acerqué a su puerta y de nuevo abrí la puerta.

Esta vez no dudé que andaba despierto a juzgar por su posición. Encorvado mientras abrazaba sus rodillas me resultó una posición de vulnerabilidad total. ¿Qué tenía en mente aquel Dazai que lo hizo estar tan deprimido el día de hoy?

—Hola —dije en voz baja

—Hola —musitó él, con su voz apagada y melancólico—. Creí que nunca volverías.

—Yo igual —afirmé. Me senté en la misma silla pero esta vez no pensé moverlo, por una extraña intuición, preferí mantener mi distancia con el paciente.

—No quise herirlo, ni mucho menos asustarte —confesó él, sintiéndose culpable—. Lo lamento.

No tenía caso sentirse mal, lo hecho quedó en el pasado y la muerte no tiene remedio, por lo tanto me pareció poco importante que uno esté triste por eso.

—¿Le temes a las hormigas?

—No. Pero si al que ataqué.

Hundí mis cejas en confusión.

—No entiendo.

—Mejor para mí. —Elevó su rostro, al tal modo que le llegara la luz del sol que entraba por la ventana abierta.

Rodeé mis ojos. Sin embargo, no quería darme por vencida.

—¿Has visto un ángel alguna vez? —pregunté interesada, interesada por iniciar mi investigación.

—No.

—¿Entonces porqué crees en su existencia?

—Porque si existe el mal, entonces también existe el bien —explicó él—. Entonces si he visto un demonio, entonces debería ver a un ángel.

Ahora no sabía cómo reaccionar. ¿De verdad acaba de decir que vió un demonio?

El silencio me pertubó. Ahora estaba en un dilema: salir en este justo momento y ahora sí nunca volver, o seguir aquí. Pero la primera opción implicaría abandonar mi objetivo, pero tampoco la segunda no era una buena idea. Al menos no para mí.

Pero no tuve ganas en retirarme pero tampoco tuve pereza. Así que me mantuve en mi lugar.

—Dazai... ¿cómo era el demonio?

—Un monstruo de manos rojas —se limitó a responder. Al notar mi silencio, agregó—: Tuve un accidente con mis papás, desde entonces esa cosa me ha estado visitando.

Expresé horror en mi rostro, ahora comencé a sentir heladas mis brazos. ¿Será mi miedo? Claro, era evidente que tenía miedo.

«Los únicos que vienen aquí con las enfermeras y su tutor, ¿Será alguno de ellos?», traté de pensar de manera objetiva.

—¿Tienes miedo morir? —me atreví a preguntar.

—No —susurró—. Sólo estoy... triste. Una vez me dijo mi mamá que todos los que mueren se van al cielo o al infierno, según sus acciones. Estoy seguro de que ambos se fueron al cielo. Deseo estar con mi mamá pero... sé que eso es imposible.

—¿Porqué? —inquirí.

—Tarde o temprano el monstruo vendrá para recogerme. Me lo dijo en su última visita.

—Deberías pedir ayuda a un adulto. —dije en tono preocupada. No puede ser, vine para preguntar de la existencia de un ángel y terminé metida en un caso muy grave.

—Ya lo hize y me ignoraron. No suelen tomar importancia lo que les digo.

Iba a abrir la boca para emitir un "¿Porqué?" pero...

Alguien abre la puerta.

—Sayuri. —Resultó ser una enfermera —. Tu mamá te está esperando en la entrada.

Asentí y se retiró la empleada. Tuve de decirle adiós al chico vendado. Ahora estaba en intriga, tengo nuevas dudas y un nuevo caso.

Aparte de un colibrí mensajero y un ángel... ¿existen los monstruos?

Este mundo me incita a entrar en pánico, nunca imaginé que también fuera tan fantasiosa y oscura.

UN ÁNGEL ENAMORADA DE UN CIEGO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora