¿Qué ternura puedo esperar de ella? ¿Renunciaría, acaso, a su origen? El fuego de sus miradas tan conmovedoras, tan dulces, es un cruel veneno. Esa boca tan bien formada, tan coloreada, tan fresca y en apariencia tan ingenua no se abre más que para engaños e imposturas. Ese corazón, si lo fuese, no se encendería sino para una traición.
Jacques Cazotte (1719 -1792 )
A la mañana siguiente asistimos temprano al desayuno protocolario que celebramos una vez cada semana con la alta nobleza; es una de las viejas tradiciones que aún mantenemos para evitar que nos tachen de inaccesibles. Odio levantarme tan temprano, pero aún soporto menos estar rodeada de hipócritas. Normalmente no es difícil aguantar cualquiera de esas dos cosas por separado, pero tener que soportarlas juntas me lleva al límite de mi paciencia. Entre sorbos de café o té todos intentan agradarnos para escalar a puestos de mayor confianza. Luis, aunque tampoco disfruta con este tipo de actos, siempre le pone voluntad y los afronta con buena cara. Me obligo a seguir su ejemplo y también les sonrío cuando toca y hago comentarios educados aquí y allá, pero debajo de la mesa retuerzo con ansiedad la servilleta esperando a que la función termine pronto.
Hoy se ha colocado a mi derecha un noble asombrosamente viejo y medio desdentado que sólo calla para tomar aire y seguir con su verborrea. Lleva desde que nos hemos sentado ensalzando las virtudes de su nieta con la esperanza de que le haga un hueco entre mis damas. De eso hace media hora. Mientras intento esquivar tanto las indirectas poco sutiles como los proyectiles de saliva que a veces se le escapan, por el rabillo del ojo miro a donde habitualmente suele sentarse Blaisdell, siempre junto al Rey. Hoy no ha venido y su ausencia se evidencia aún más al estar ocupado su lugar por otro noble que no conozco y cuyos ojos nerviosos no paran de moverse aquí y allá bajo unas cejas arqueadas por el asombro.
Llega un punto en el que me dan ganas de gritar porque siento que los minutos se me escapan cuando lo que necesito es estar a solas para poner orden en mi cabeza. La carta de Lafayette estaba entre el correo de ayer anunciando que el marqués llegaría en el plazo de tres días. Sólo tres días. Ese es el tiempo que me queda para intentar acercarme a Blaisdell y averiguar si puede haber algo entre nosotros. Necesito desesperadamente idear un plan, pero la voz cascada e incesante del viejo no me deja concentrarme. Justo cuando voy a llevarme el café a los labios algunas gotas de su saliva se cuelan dentro y detengo el brazo en el aire mientras miro fijamente el contenido de la taza. O esto acaba ya o voy a coger el cuchillo de untar y comenzar una masacre.
Como llegado del cielo el Rey da por concluido el desayuno y me ofrece su brazo para acudir a misa. Rumbo a la capilla lo noto demasiado serio y presiento que es una de esas raras ocasiones en las que está molesto conmigo. Le cuesta más de la mitad del camino dirigirme la palabra.
-María...
-¿Qué?
La réplica rápida y seca le suena tan extraña de mi parte que de inmediato gira la cabeza. En sus ojos sólo hay curiosidad.
-Has ignorado al duque de Alençon, el noble que estaba a mi lado. Antes de sentarnos ha intentado llamar tu atención y ni siquiera te has dado cuenta. Cree que lo has hecho a propósito.
-...
-Es la primera vez que pone un pie en Versalles y se ha pasado la mañana esperando a que le digas algo, pero tú ni siquiera le has saludado aunque lo tenías justo delante. Muy a mi pesar he tenido que invitarle también a la misa para minimizar las críticas y estoy seguro de que el hombre ya se ve viviendo aquí en Versalles.
Luis espera pacientemente pero lo único que obtiene por respuesta es el sonido de nuestras pisadas sobre el suelo de mármol.
-No quiero saber lo que sea que esté pasando entre Víctor y tú. Sabes que me mantengo al margen. Sólo te pido que no afecte a tus funciones, por el bien de todos -dice con la vista fija al frente-.
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Descendencia
FanfictionLectura erótica. María vive una existencia tranquila... quizá demasiado tranquila. Hasta que Blaisdell acude al Rey y le plantea un asunto que podría poner en peligro el futuro de la Corona Francesa... y cuya solución depende totalmente de la Reina...