DESDE EL OTRO LADO

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Vi pálidos reyes y príncipes también

Pálidos guerreros, pálidos cual la muerte estaban todos;

Me gritaban; "¡Has caído bajo el hechizo

de la Belle Dame Sans Merci!"

John Keats (Escribió su nombre en el agua en 1821)


PARTE I

Los olores de la taberna me invaden incluso antes de poner un pie dentro. Huele a cerveza, vino, sudor, pan y comida recién calentada... también percibo por debajo algunos aromas indescriptibles que por el momento prefiero no identificar. La algarabía del interior me alcanza como un estallido de alegría repleto de canciones desafinadas y de risas. Hace calor pero a la gente que hay allí no parece importarle y muchos bailan con alegría al son de las palmas. El contraste con la rigidez de la etiqueta de Versalles es tan inmenso que parece imposible que dos mundos tan diferentes convivan en un mismo universo. Aturdida por los estímulos doy unos pasos vacilantes hasta que alguien pasa a mi lado y me empuja sin disculparse. Ni siquiera me importa. Para mí es la prueba de que nadie me reconoce y de que esta noche sólo soy una entre tantos. Al otro lado de la puerta ha quedado la Reina de Francia y aquí puedo ser simplemente María.

-Vamos a sentarnos allí.

A pesar de que reconocería la voz de D'Eon en cualquier parte, me cuesta unos segundos identificar a la persona que me lleva por la cintura hacia una mesa cercana. Presumo que ha debido cambiarse en el carruaje antes de bajar, porque ahora parece una mujer del pueblo llano. Lleva un vestido similar al mío pero con los colores más apagados, un chal verde sobre los hombros y el cabello gris natural recogido en un moño bajo. Desde luego, si bien no apruebo algunos de sus métodos más radicales, sí le concedo que tiene unas habilidades portentosas para camuflarse. Mientras acercamos unos taburetes para sentarnos, una muchacha rubia y menuda con una bandeja cargada de bebidas se aproxima esquivando a los clientes. Inmediatamente limpia la madera pegajosa con un trapo descolorido y va retirando los vasos vacíos.

-¡Bienvenidas! Hoy es una noche especial y a la primera ronda invita la casa -comenta mientras deja un par de cervezas sobre la mesa-. ¿Qué va a ser para la siguiente?

-Para mí que sea otra cerveza -indica D'Eon.

-¿Madame tomará lo mismo que su abuela?

-Soy su madre -replica D'Eon con voz gélida, aunque a la muchacha no parece importarle especialmente la aclaración.

Asiento reprimiendo una carcajada para no ofender a "mi madre", quien no le quita la vista de encima a la camarera hasta que ésta se pierde de nuevo entre la multitud.

-Bueno... A partir de ahora nos hablaremos como madre e hija. Bebe, baila, diviértete, besa a alguno de esos estúpidos muchachos. Disfruta, en fin, de los hombres sencillos que no piden nada más que un poco de pasión y de cerveza.

-¡Brindemos por ellos!

Sin más ceremonia entrechocamos nuestras jarras salpicándonos los brazos de espuma y bebemos un trago largo para aliviar la sed y el calor. La bebida está helada y tiene un sabor delicioso, me sabe mucho mejor que la que se toma en palacio. Y aunque es bastante fuerte vuelvo a dar otro trago, gesto que D'Eon imita inmediatamente. El espía se relame los labios y emite un chasquido de aprobación antes de volver a beber.

-Tu marido sólo sabe que ha pasado algo lo bastante grave como para que prefieras contárselo antes a Gabrielle... Pero no lo suficiente como para que realmente le necesites a él. En la nota sólo decía que estabas muy afligida después de tu último encuentro. Tu amiga ha sido muy discreta. Pero tu marido sabía a dónde ibas y por qué. Así que blanco y en botella.

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