Debes tener mucha paciencia -respondió el zorro-. Al principio te sentarás un poco lejos de mí, así, de esta manera, sobre la hierba. Te miraré de reojo y tú no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944)
"Gabrielle" -pienso mientras más que caminar vuelo por los pasillos. Me duele el pecho al saber que si busco a Luis estará todavía con sus estúpidos candados. Es injusto porque no ha hecho nada malo, pero mi enfado se extiende irracional hasta él. Tampoco sé cómo reaccionaría si me viera llegar así y le contara lo que ha pasado. Pero Gabrielle es diferente. Ella es tierna, afectuosa como Luis, pero sobre todo es mi amiga y siempre tiene tiempo para mí aunque a veces no me lo merezca.
De repente todo se vuelve borroso y durante un segundo aprieto los ojos con fuerza sin detener el paso. Necesito parpadear unas cuantas veces para que los contornos del pasillo vuelvan a su sitio. Cuando noto el sabor salado en los labios me doy cuenta de que estoy llorando y me limpio la mejillas restregándomelas con el dorso de la mano. Son lágrimas gruesas que caen pesadas y que saben a frustración y a vergüenza.
"No quiero llorar" -me repito una y otra vez-. "No voy a llorar por ese hijo de puta. No voy a llorar porque soy fuerte. Ha sido todo un malentendido y se puede arreglar... aunque ni siquiera te lo mereces, pedazo de cabrón retorcido. No quiero hablar con Luis, necesito a Gabrielle, Gabrielle, Gabrielle..."
Los pensamientos se vuelven más y más incoherentes. Ya no puedo separar la vergüenza del enfado y el dolor. También está ahí la excitación porque todavía siento su sabor en mi boca y sus caricias en la piel. Después me acuerdo de cómo ha terminado todo y me trepa la rabia por la garganta. Cuando al fin llego ante las habitaciones de Gabrielle llamo con insistencia y mientras espero a que abra repito el nombre mi amiga como un mantra para aplastar muy hondo la amalgama de sentimientos que ahora mismo no puedo procesar.
Al fin abre la puerta ella misma y por primera vez doy gracias al cielo de que no tenga sirvientes propios.
-¡María! -sus ojos se iluminan de genuina alegría que pronto se convierte en preocupación al darse cuenta de mi estado-. ¿María?
Sonrío con alivio al ver que sigo importándole, siempre tan hermosa y buena. Con un sollozo me lanzo a abrazarla enterrando la cara en su cuello, sintiendo remordimientos por haberla dejado de lado y sólo acudir a buscarla cuando tengo problemas. Ella inmediatamente cierra la puerta como puede y me rodea con sus brazos mientras me conduce al diván. Por fin me permito llorar y dejo que salgan todas las emociones que llevo enredadas en el pecho mientras ella me acaricia la espalda. Gabrielle no me pregunta nada, me conoce bien y espera con paciencia a que me desahogue. Al fin, después de un suspiro particularmente largo, tomo aire y empiezo a hablar entre hipidos, esperando que pueda descifrar algo de lo que le digo.
-A ver si lo he entendido... -dice más tarde, mientra me pasa una taza de té que cojo con manos temblorosas-. Siempre me has puesto al día de todo lo de Fersen, del trato que tienes con el Rey, nos hemos contado con todo lujo de detalles lo que nos gustaría que nos hiciera el Marqués de Lafayette, ese prodigio de hombre... ¿Pero me has mantenido al margen de... de todo esto?
-Eh... -contesto sintiendo otra vez remordimientos-. Supongo que sí. Lo siento.
-Con Blaisdell...
-Sí -replico mientras me suben los colores y dejo la taza en la mesa.
-Sólo para salir de dudas... ¿Hablamos del Ministro de Interior Blaisdell, el sádico que da miedo y que inexplicablemente es el mejor amigo de tu marido?
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Descendencia
FanficLectura erótica. María vive una existencia tranquila... quizá demasiado tranquila. Hasta que Blaisdell acude al Rey y le plantea un asunto que podría poner en peligro el futuro de la Corona Francesa... y cuya solución depende totalmente de la Reina...