EROS Y APOLO

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Hay un chico que es tan maravilloso

Que las chicas que le ven ya no encuentran el camino a casa

[Todos los demás hombres se vuelven gays allá a donde vaya]

Porque él es Eros y es Apolo

Studio Killers


"Se va a caer todo..." -me digo estúpidamente mientras que, inclinada sobre la cómoda, recibo una tras otra sus embestidas- "se va a caer...". Justo al terminar de elaborar ese pensamiento, su mano abandona mi cadera y se desliza delante de mí abriendo uno de los cajones del mueble, hacia donde arrastra la mayor parte de lo que está repiqueteando sobre la superficie de madera. Al sentir el roce de su pecho contra mi espalda, giro la cabeza para besarle. Y qué beso. Dentro de mi boca ahoga un pequeño gruñido contenido y noto a Blaisdell apretarse aún más contra mi espalda. "Te deseo", susurra entre mis labios, antes de volver a enredar su lengua con la mía. "Te deseo"... Su voz diciendo precisamente esas palabras mientras que dejo que haga conmigo lo que le plazca es suficiente para que unos escalofríos me recorran la columna y se me endurezcan los pezones. Estoy a un paso del orgasmo, tan cerca que las rodillas me empiezan a fallar y tengo que apoyar todo mi peso en la cómoda. Victor inmediatamente me sostiene rodeándome la cintura y dejando la palma abierta, presionando sobre mi vientre, mientras que con la otra mano sigue agarrando mi cadera para empujar.

-Ah... Puedo sentir en mi mano cómo entro y salgo de ti -susurra apretando la parte baja de mi abdomen.

Con un gemido tembloroso y sin resistirme dejo que la electricidad me recorra, meciendo mis caderas con fuerza en un intento de que entre dentro de mí la mayor cantidad posible de su polla. Me relajo y dejo que los últimos picos del orgasmo pasen, todavía mecida por el vaivén ininterrumpido de sus movimientos, disfrutando del sonido húmedo que produce nuestra piel cada vez que nos encontramos con un golpe seco. Finalmente el brazo que tiene a mi alrededor se tensa y noto cómo Blaisdell se estremece antes de derramarse caliente en lo más profundo de mi cuerpo.

Tras unos momentos en los que ambos recuperamos la respiración, Blaisdell se incorpora y se separa, dejándome de nuevo vacía. Mientras pongo las plantas de los pies firmes contra el suelo para recuperar la estabilidad, él vuelve a tumbarse en la cama con un gruñido, estirándose satisfecho sobre el colchón. Voy a reunirme con él y sus ojos grises atrapan mi mirada, hipnóticos.

Cada vez que le miro a la cara y veo las señales de la pelea en la taberna, o cuando en alguna caricia o movimiento los mechones de pelo dejan entrever los puntos, le recuerdo de nuevo ahí de pie, intentando contener la sangre y listo para atacar. Luego en el carruaje, indefenso en mi regazo preguntando la naturaleza de mi interés por él... o más tarde en la cama, donde muestra una forma de amar tan brutal como complaciente. Me está costando asimilar todas las nuevas facetas ese hombre extraño y difícil de descifrar que hasta ahora había sido simplemente el temible Ministro de Interior.

-Victor, Victor... -murmuro alargando la mano hasta su pene.

-¿Ya hemos vuelto a los nombres de pila?

-Dame un respiro, hasta hace poco siempre te he llamado "Blaisdell".

-Estoy seguro de que también me has llamado cosas peores. Soy consciente de que mi celo por mantener intacta la gloria de Francia no es siempre bien recibido -responde observando con interés cómo le toco-. Puede que en ocasiones me exceda...

-Lo que quiero saber es cómo estás. La verdad.

-Bien.

-Victor... -le digo en tono de reproche, moviendo más rápido la mano.

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