TE ODIO / TE QUIERO

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"I pray that you'll forgive all this deception / This masquerade / Deception / It's time to put an end to this deception / But I'm afraid / When the whole thing is at an end / And you learn that it's just pretend / You'll cry: deception"

Barry Harman (1952)


Por un segundo no puedo oír ni ver nada. Sólo percibo el olor picante de la pólvora en la nariz mientras que el sonido del disparo aún resuena en mi cabeza. Cuando al fin me atrevo a abrir los ojos lo primero que veo es la cara de Victor, que me mira intensamente con las anchas cejas fruncidas mientras sigue estrechándome contra él. Sus labios forman una pregunta silenciosa y rápidamente asiento para hacerle saber que estoy bien. Miro hacia D'Eon, que en ese preciso momento baja la mano que sostiene la pistola y vuelve el rostro impasible hacia nosotros, haciéndonos un gesto interrogante con la cabeza. Casi doy un respingo al oír la voz profunda y grave de Victor al contestar.

-Está bien.

D'Eon asiente y se gira hacia Gabrielle, que sigue atada e indefensa al otro lado de la habitación. Cuando dirijo la vista hacia ella sólo alcanzo a ver un bulto inerte tumbado sobre el catre. La cruel carcajada que deja escapar el espía cuando también se da cuenta de que se ha desmayado me alcanza en pleno corazón provocándome un escalofrío.

-En cuanto la Bella Durmiente despierte va a cantar como un canario...

-¡No te burles! -le interrumpo alzando la voz, sintiéndome súbitamente enfadada-. ¿Cómo puedes reírte de ella en un momento así? ¡Por el amor de Dios, D'Eon, acabas de asesinar a un hombre a sangre fría y ya estás haciendo chistes!

El espía me mira de reojo y lanza unas rápidas palabras en voz tan baja que no logro descrifrarlas. El brazo de Victor se tensa inmediatamente sobre mis hombros y por su mirada de ira es evidente que él sí le ha entendido.

-¡Maldita sea, sólo está nerviosa!

No sé qué ha dicho D'Eon, pero el Ministro está claramente enfadado.

-María -dice Victor apartándome ligeramente para poder mirarme-. Te aseguro que a Hale no le remordía la conciencia cuando estaba envenenando mi té. Además -continúa con cansada paciencia-, el único modo de deportarlo de forma segura era por medio de Lafayette. Y el General puede hacerte una fiel descripción de cómo acaban los espías que atrapa el ejército americano.

-Colgados -afirma D'Eon con seriedad deslizando la pistola bajo su ropa-. Hasta podría decirse que le hemos hecho un favor. Esto ha sido más rápido.

-Tenéis razón, tenéis razón... -concedo pasándome los dedos por el puente de la nariz-. Pero era tan carismático que a pesar de lo que hizo no me inspiraba verdadero rencor...

El espadachín mira al techo y suelta el aire por la nariz ruidosamente.

-Ah, esa piedad que no conduce a nada... En fin... Echemos un último vistazo.

Se aproxima al cuerpo de Hale y se acuclilla a su lado recogiéndose la falda entre las piernas, dejando a la vista sus delgadas pantorrillas. El americano ni siquiera consiguió arrastrarse lo suficiente como para llegar a la pared que tenía detrás, de modo que su cuerpo yace tumbado en el suelo de piedra sobre un charco de sangre que va haciéndose cada vez más grande. A pesar de tener el uniforme cubierto de su propia suciedad de cintura para abajo, el comandante tiene una apariencia extrañamente hermosa. Alrededor de su cabeza se esparce como un halo la rubia y ondulada cabellera, que va tornándose roja por las puntas conforme se empapa en la sangre. La expresión de su cara es la de un hombre de facciones perfectas y larguísimas pestañas que descansa plácidamente. Toda la tensión de su cuerpo se ha desvanecido arrastrada por la muerte y sus manos atadas reposan blandamente unidas sobre el pecho, como si se hubiera dormido rezando.

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