• 𝓐𝓾𝓼𝓮𝓷𝓽𝓮 •

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06

[Ausente]

.

A Angel no le gustaba caminar solo por las noches, así que solía convencer al último cliente de la noche para que lo llevara a su departamento (o en este caso, al Hotel Hazbin).

Sin embargo, las últimas semanas se había convertido un hábito regresar a pie. De este modo repasaba su día, las decisiones que había tomado, las conversaciones que había tenido y... bueno, los errores que había cometido.

Inhaló su cigarro al detenerse en una esquina cuando un ruido le hizo voltear. La araña arrugó sus cejas, escaneando la solitaria calle antes de exhalar el humo.

Él aspiró del cigarro una vez más, esperando algún movimiento y al no obtener nada, continuó su trayecto.

Soltó humo al pasar por un faro de luz con una sombra extraña.

De pronto, una mano cubrió su boca y un brazo rodeó su cintura desde atrás, jalándolo a un callejón por el que iba pasando.

—¡Hmph-!

Antes de poder procesar todo, estaba con la espalda contra el muro y frente a él, con una mano justo sobre sus despeinados cabellos blancos, estaba el Demonio Radio.

—¡Hola, mi estimado amigo!

La araña le miró con los ojos bien abiertos, parpadeó una segunda y tercera vez, sin creerlo.

—¿Qué carajo haces? ¡No puedes perseguir a alguien por la calle en medio de la noche y arrastrarlo a un callejón! ¡Tú deberías saberlo! —apuntó hundiendo un índice en el pecho del otro.

—Espera, ¿no te gusta este tipo de acercamientos? —preguntó el caníbal, notablemente confundido.

Angel juntó sus cejas consternado, y exclamó al instante:

—¡No! ¿De dónde sacaste eso? ¿Tienes idea de cuántos locos me han intentado hacer esto?

—No, ¡pero ciertamente no has aprendido mucho, ja! —bromeó.

—¿Eso crees?

Respondió ladeando su cara, indicando que mirara abajo. Sin entender, el pelirrojo obedeció, descubriendo la pistola semiautomática de Angel, con el seguro liberado y apuntando a su rodilla.

—Mmm, no vi eso venir. —comentó tranquilo mientras rascaba su mentón.

—¿Por qué pensaste que me gustaría? —preguntó.

—Porque trabajas en callejones.

Contestó llanamente, recibiendo un puñetazo en la nariz (al cual, ni reaccionó, sabiendo que había sido una muy mala respuesta).

»Bueno, cambiando de tema, ¡tengo una nueva propuesta para ti! —reanudó sonriente, como si nada hubiera pasado.

—¡Oh, no! —soltó señalándolo— ¡No quiero nada más contigo!

Gritó, molesto no solo por el modo en que Alastor lo atrapó o porque le dijo prostituta (que básicamente sí lo era, mas no le agradó que se lo dijera de esa forma), sino que además le tiró su último cigarrillo.

Antes de siquiera moverse, un gruñido salió de su estómago, captando la atención de los dos al vientre del actor. Ambos se miraron y el ciervo levantó una ceja.

—Son gases. —sentenció Angel apresurado, viendo la risa en Alastor, quien parecía percibir su mentira.

—¿Tienes hambre?

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