• 𝓢𝓸𝓶𝓫𝓻𝓪 •

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07

[Sombra]

.

Angel sabía de caricias. Era todo un profesional, después de todo, gran parte de su trabajo consistía en eso y sus clientes definitivamente adoraban tocarlo.

Sin embargo, esta vez Angel estaba suspirando por las caricias de alguien más. Alguien a quien no esperaba tener en su cama y cuya presencia le erizaba hasta el último vello de su cuerpo.

Angel jadeó por los besos en su mentón.

Juntó sus rodillas para atrapar el cuerpo entre ellas. No quería que se escapara. Deslizó las manos superiores por sus hombros hasta hundir los dedos en su cabello. Usó las palmas inferiores para pegar su pelvis a la suya y gimió al sentir el calor de su erección.

Una mano de Alastor paseaba por su cadera, antes de posarla en la mejilla del italiano, apreciando su rubor. Sus labios abiertos. Sus irises oscurecidos por el placer.

Quería sentirlo más cerca. Mucho más cerca.

Compartieron un húmedo beso entre sus respiraciones aceleradas, apenas saboreando los labios contrarios.

Antes de que se diera cuenta, Alastor ya había entrado en él, sácandole un fuerte suspiro que lo obligó a romper el contacto entre sus bocas.

—Alastor...

Llamó sin disimular ni un poco su necesidad. Sería tonto a estas alturas negar lo que el ciervo le provocaba.

Y comenzó un suave vaivén con sus caderas, haciendo que la araña apoyara su cabeza hacia atrás, retorciéndose entre las sábanas. Gimiendo su nombre. Pidiendo más.

Entonces abrió los ojos.

La visión fue efímera, pero clara y muy intensa. De inmediato buscó en la sala, chasqueando la lengua al percibir su ausencia.

No la de Angel, sino la de su sombra.

Y por fortuna (o desgracia), tenía la sospecha de dónde encontrarla.

Cerró el libro, dejándolo en el estante y siguió el trayecto que suponía habría seguido su sombra. Al mismo tiempo la invocaba, con la esperanza de que en esta ocasión obedeciera, sin embargo fue ignorado.

A decir verdad, no todas las escenas que su sombra le transmitía recientemente eran explícitas, algunas incluso eran bastante inocentes. Aún así, no dejaba de ser incómoda la insistencia.

La primera vez que sucedió... «esto», había logrado interceptar a su sombra en el mismo cuarto; la segunda, en las escaleras; y las siguientes por el pasillo, cada vez más cerca de un objetivo aunque ni él mismo entendía lo que buscaba.

Sabía que su sombra quería algo con Angel, pero no lograba descifrar qué. O más bien, no quería admitirlo.

Nifty se lo había advertido con tiempo y maldición, la mujer tenía razón.

Murmuró improperios al confirmar que no, no estaba en el pasillo, así que se esfumó y apareció en la habitación de la araña.

En efecto, ahí estaba: flotando justo sobre la cama, observando al italiano que dormía bocabajo. Lucía tan relajado abrazando su almohada.

Sin perder más tiempo, le hizo señales a su sombra para que se fuera y ésta le ignoró. De nuevo.

Sabía lo que la estaba provocando y sabía lo que debía hacer, sin embargo, se negaba a aceptarlo, mucho menos a cumplir dicho... desafío.

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