• 𝓣𝓻𝓪𝓫𝓪𝓳𝓸 •

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10

[Trabajo]

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La puntualidad no era un punto fuerte de Angel Dust.

Si bien, era un profesional, llegar a la hora indicada siempre era un obstáculo para él.

Por ejemplo, ahora Angel debería estar en el estudio.

(Desde una hora atrás, claro).

No obstante, esta vez tenía una muy buena razón entre manos. (Y labios).

—Al...

Suspiró, después continuó con sus lentos besos, abriendo y cerrando los labios sobre los contrarios antes de separarse y volver a empezar.

No podía apartar su boca más de medio segundo, y sus brazos superiores alrededor de la nuca de Alastor (además de los inferiores, que estaban apoyados en el abdomen de éste) impedían cualquier oportunidad de escape.

Alastor, en cambio, parecía muy concentrado en su labor porque ni siquiera contestó. Fue cuando Angel frenó sus atenciones que el ciervo se percató de que había hablado (no sabía qué, pero algo dijo).

El italiano estaba por comentar más, sin embargo, notó algo curioso: Alastor estaba respirando profundo.

—Alastor. —llamó la araña, captando sus ojos—. ¿Estabas conteniendo la respiración? —acusó.

El pelirrojo no tuvo tiempo de defenderse, todavía estaba perdido en la sensación adormecida sobre sus labios, el sabor de sus besos, el sonido de sus chasquidos (y suspiros), sin mencionar que Angel estaba sentado sobre su regazo.

En resumen: demasiado contacto.

—Yo... ¿qué? —soltó, comenzando a despertar de su trance.

—No puede ser... —exclamó, cubriéndose la boca con las manos inferiores y rio de nuevo—. Lo estabas haciendo.

El demonio juntó las cejas, sin entender.

»¿Nunca habías besado a nadie? —preguntó Angel, curioso por la respuesta.

El demonio ciervo inspiró profundo antes de contestar rápido. No iba a permitir que se evidenciara su respiración agitada.

—No en un largo tiempo, ¡ja! —terminó con una corta carcajada. ¿A quién iba a besar? Difícilmente le agradaba la gente, mucho menos iba a tener ese tipo de gestos con cualquiera.

El actor, sin pensarlo, acarició sus propios labios con las yemas de los dedos, apreciando su hinchazón por la actividad reciente y se ruborizó, sintiéndose especial aunque fuera por una razón tan simple.

»¿Por qué la pregunta, mon cher? —agregó el Demonio Radio mientras deslizaba un dedo perezoso por el hombro descubierto del italiano.

No podía creer que tan solo unos momentos antes habían aclarado sus sentimientos.

Angel se estremeció por el delicado tacto, después se inclinó y le dio un corto beso.

—Mi dulce, dulce venadito. —murmuró divertido—. Tienes esto. —indicó antes de tocar la nariz de Alastor con su dedo—. Úsalo, cuore mio.

Antes de poder inventarse alguna mentirilla, el actor lo tomó de la quijada con ambas manos, tomó su labio inferior con los dientes para abrir su boca y la unió con la suya, comenzando un vaivén suave, como el sobrante de las olas que descansaban sobre la orilla de una playa.

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