Vida

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Me di cuenta repentinamente de que los sentimiento similares a los celos que surgían en mí no eran relacionados con los usuales, que porque está con alguien, o porque está en tal lugar. Me detuve por un instante, porque quise saber la verdadera razón de tanto agobio cada vez al estar conectada a las vidas de los demás, y por un lado con gran asombro, y por otro con alguna especie de alivio me fijé en que me afectaba tanto emocional y espiritualmente porque él tenía vida. Tenía la vida que yo tenía, y no lo tenía ni la tengo. ¿A dónde se fue mi vida? ¿Qué es vida, para variar? Me causa un poco de gracia la sincronicidad que se dio justo en el momento donde tal intriga se plasmaba en la obra actual que minuciosamente disfrutaba de Woolf. Se plantea esta cuestión en el último capítulo de Orlando con tanta intensidad, que a pesar de no ser lo que precisamente me había estado preguntando en este periodo, surgió algo que impulsó la duda finalmente a la superficie, y la denotó tan detalladamente, de tal manera que el sentimiento era inevadible. Me sentí, naturalmente culpable por sentir esta especie de envidia por alguien tan especial para mí. Hacía tanto tiempo había logrado lidiar con tales sentimientos y emociones innecesarias que, aunque parte de la naturaleza humana, no hacen parte en absoluto de la pureza y naturaleza del espíritu imperturbable ni de la energía de la que todos originariamente procedemos. Debido a mi adoctrinamiento y conocimiento sobre nuestra verdad, podría decir que gracias a eso me llegué a sentir muy culpable en el mismo segundo en el que llegué a sentir tal emoción respecto a un querido. De otra forma, ¿por qué vendría pues a este rincón a desmembrar la cuestión hasta incansablemente dar con la forma de la razón como tal? Claramente es porque necesito de la limpieza del entorno, de las ideas, de las emociones, y requiero de un espacio en blanco para poder minuciosamente repasar membrana por membrana de la sensanción/emoción previamente descrita.

Así que, Woolf plantea la intriga sobre qué es la vida de una manera mucho más poética y acertada de lo que jamás podría yo llegar a hacerlo. Por ello, me baso un poco en su relato, y de ahí parto para poder dar paso a mi evaluación de mi existencia.

Si alguien leyese todo lo que llevo escribiendo desde aproximadamente diciembre del año anterior, vería un patrón bastante claro: me repito una y otra vez de una u otra manera, con todos los posibles colores y bajo todas las posibles circunstancias y aspectos de la mera existencia, ¿qué es la vida, qué es mi vida? Me acabo de fijar curiosamente justo en ello, y apenas a decir verdad, de dicho patrón, justo ahora que me veo nuevamente demasiado atormentada por mi propio ego, o... bueno, no estoy del todo segura de si trate exclusivamente de una cuestión amenazadora del ego. El despreciable ego, que nos induce a los sufrimientos mentales y humanos más irriorios, innecesarios y pletóricos posibles. Esa vocecilla despreciable que te reduce hasta tal punto de que te creas de ti mismo con un valor existencial menor al tamaño de un protón. Vocecilla que estoy segura, nunca se pierde, pero puede llegar a dominarse..., a apaciguarse, y con la cual tal vez algún día atemporal se llegué a un acuerdo, en el cual nunca vuelva a tener permiso para salir a flote, no se tal el momento cuando se requiera de su ayuda para realizar tales reflexiones del espíritu y mental como la de este exacto momento.

No negaré -aunque mucho quisiera-, que hay hechos -las memorias ya no tanto-, que aún me afectan. Hechos como el abandono repentino, la indiferencia intolerable, y el rechazo indiscutible. Son hechos que a cualquiera con un mínimo de sentir llevan a querer desintegrarse de cualquiera amalgama humana y social que se pueda potencialmente crear. A pesar de ello, estoy lidiando con ello, continúo lidiando con la tediosa tarea de poder dejar de lado las típicas mundanas afectaciones que sólo hacen nublar nuestro verdadero organismo, lo intangible que con todo estaría en armonía, de no ser que la corrupción social y humana se imponga ante ella de la manera más agresiva y perpetua posible, que a tal extremo, muy pocos humanos llegan jamás a saber cuál es nuestra verdadera esencia. Ni siquiera tienen la oportunidad de saber que existe una esencia, y no es aquella que nos hace humanos.

My JournalWhere stories live. Discover now