Meditaciones

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Este lugar es muy suave... muy pacífico. Es un paraíso, aunque exteriormente no lo parezca.

Estaba en la entrada de la parte trasera de casa, y me encontraba observando todo lo que se da fuera antes del crepúsculo: ese movimiento sin cesar de las aves. Estas horas son mortales y al tiempo inmortales. Déjame te explico por qué me expreso así. La hora antes del crepúsculo y la de durante y la de después de éste son inmortales. Sí, son como un portal a algún lugar místico y desentendido del plano terrenal en el que nos encontramos. Es como un desdoble de las múltiples realidades para pasar a ser sólo una escondida e invisible para muchos. Y ese momento es inmortal, es inmortal porque siempre permanece y permanecerá en las reminiscencias de tu memoria y de los que tengan el don de poder verlo y entenderlo. Y es mortal por el mismo poder espiritual, emocional y mental que puede llegar a desatar en tu propia existencia. La conexión que se produce, el permiso que se obtiene a esta dimensión es un regalo que puede en muchas ocasiones, o en todas para variar, destruir con tu capacidad para afrontar tanta realidad de la existencia misma. Por ello, puede llegar a ser mortal para ti. O al menos para mí lo es. Tengo una hipersensibilidad con el acercamiento del crepúsculo, con la hora que puede mezclarse con la medicina de la paz y aceptación e incluso con una dósis letal de melancolía.

De alguna manera, ver el movimiento sublime de las aves preparándose para el momento de reposar, me alivia, porque me recuerda que si existo. En estos momentos del portal crepuscular, se siente flotar en medio de nada y de todo, y el silencio perpétuo puede amenazar con arrancarte de tu propia realidad y existencia. Puedo olvidar que soy, que estoy. Por ello, su aletear, su piar me alivian, me recuerdan que corre oxígeno por mis venas, incluso cuando pareciera estar estática en esos momentos de flujo insesante y sonante de emociones, sentimientos y sensaciones.

Les admiro. En momentos donde me es demasiado y casi no sé ya ni cómo respirar, deseo fervientemente ser una de esas aves. Deseo con todas mis fuerzas poder transformarme en alas, plumas y picos, para poder no seguir sintiendo estas emociones tan abrumadoras que día a día amenazan con despedazarme. Ellas tienen suerte... mucha suerte. Por eso quisiera desenterme de esta condición humana tan espiritual, y pasar a ser por ser como ellas lo son. Por ello, el 95% de todos los días ante los crepúsculo una ansiedad inusitada pero esperada crepita lentamente por mí, haciéndome saber de que estoy siempre al borde, y de que más vale correr al encuentro de alguien, quien sea, incluso, para no sucumbir a mis debilidades mentales y emocionales, o como sea que sean, porque a veces no creo que sean tan normales. Será tal vez un problema de exceso de melancolía, un problema irremediable? Quisiera saber que lo es, porque, aunque adoro la poesía de todo en lo que veo y cuanto veo, siento y escucho, un día... el más inesperado de todos, pueda que sucumba... y el yo que hoy predomina no quiere que sucumba.

My JournalWhere stories live. Discover now