Si en Francia haz como los Franceses

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Capítulo 10

Angéle se arrepentía de haber dejado que Ayrin se fuera con la heredera del imperio Slytherin, ya que más de quince minutos habían pasado y Alec aun no llegaba por ella. El último mensaje que le había mandado preguntándole si ya venía cerca ni siquiera lo había leído aún.

¿Qué estaba demorando tanto a su amigo? ¿Le habría pasado algo? ¿No debería haberla llamado si estuviese en medio de algún problema? ¿Era por el tráfico?

Ella no podía parar de pensar diferentes escenas sobre mil formas en las que su mejor amigo podría morir mientras conducía, podría haber una fuga en el sistema de gasolina del auto y ahora el castaño podría estar desmayado por inhalar el químico toxico de la gasolina con su auto avanzando directo a un acantilado. ¿Y si alguna fan obsesiva lo había secuestrado y lo utilizaba como objeto sexual para hacer videos de bdsm?

Mientras pensaba todo eso, no podía evitar jugar con los dedos de su mano para evitar llamar a Alec por vigésima vez en media hora. Hasta Ayrin ya le había mandado un mensaje diciéndole que ya había llegado a la residencia y avisándole que Dayana parecía que saldría esa noche. Increíble, sería la primera noche que podría pasar en la residencia sin tener que tolerar a la princesita y no podía disfrutarlo ya que Alec estaba llegando tarde y no le daba señales de vida.

Estaba a punto de llamar al novecientos once cuando de repente oyó el estruendoso sonido de un motor acelerando y cuando menos lo supo, una moto de color blanco que se veía bastante rápida y lujosa, paró en la avenida frente a ella haciéndola retroceder un paso por el susto a pesar de que se encontraba a salvo en la acera.

El conductor bajo uno de sus pies sobre el pavimento y sujetó parte del peso de la moto con este. Unas manos con guantes blancos y líneas negras en los guantes, que definían cada parte donde estaban ubicados los huesos de las manos, quitaron el casco negro del conductor, dejando a la vista de Angéle una especie halo creado por el pelo rubio del recién llegado.

De forma audible ella jadeó y se cubrió la boca con sus dos manos justo cuando el chico pasó una de sus manos a través de sus mechas rubias y luego la quedó viendo con la cabeza ladeada y una sonrisa que la deslumbraba ya que dejaba a la vista su dentadura blanca.

—Maximillian —susurró Antonella aun sin poder salir de su estupor.

El rubio alzó una ceja primero antes de hacerle señas con uno de sus dedos para que se acercara.

Angéle sintió que sus pies volvían a ser atados a la realidad y a la vista de varios universitarios curiosos se movió hacia el rubio hasta quedar casi a diez centímetros de él. Mirándolo de cerca podía notar que los únicos colores que resaltaban de su atuendo negro eran su chaqueta jean color blanca y su fiel reloj plateado puesto en su muñeca.

—Hola —le saludó él con una voz suave, mientras le daba un tenue beso en la frente a la rubia, haciendo que su corazón vibrara justo como lo hacía la moto aun encendida de Maximillian.

—Hola, ey me sorprende verte aquí. ¿Creí que nos veríamos hasta mañana? —preguntó la rubia, aun con las mejillas encendidas de un suave rosa, conmovida por el saludo del rubio.

Esta vez Maximillian esbozó una pequeña sonrisa que hicieron que sus ojos se achicaran como los de un niño cuando le dicen que puede abrir los regalos antes de su cumpleaños.

—Claro que nos veremos mañana, pero decidí venir a traerte ya que mi trabajo acabó antes de lo esperado y me pregunté qué es lo que quería hacer más hoy —le explicó el rubio, mientras apoyaba su codo sobre el casco negro que dejó sobre su muslo y con su mano contraria tocaba un mechón rubio del cabello de Angéle, que estaba sujeto en una trenza francesa en la parte de arriba pero dejaba sus rizos rubios sueltos en la parte de abajo y esto parecía entretener al rubio, ya que sus ojos y dedos se movía sobre esos rizos sueltos—, entre dormir y descansar o conducir y verte me dije que prefería lo último.

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