Entre Quimeras

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§

Prólogo

Ella miró la pantalla de su celular y su respiración se quedó atrapada en su nariz. Sus manos comenzaron a temblar. Mientras su mente recitaba la misma palabra una y otra vez como un mantra, «No. No. No. No. No».

No lo podía creer, ni siquiera sabía si lo que leía era cierto, o solo estaba teniendo otra pesadilla de las que se le hacía costumbre el hacerle compañía últimamente.

Ella siguió leyendo la oración hasta que su cerebro por fin pudo procesar lo que esta implicaba. Era simple, directo, crudo: Él estaba terminando con ella.

Después de que ella le había pertenecido en cuerpo, mente y alma. Él se deshacía de ella con un solo mensaje cuyas líneas decían:

Necesitamos terminar. Por tu bien, por el de los dos. Tendré un nuevo papel y deberé irme para filmarlo y debo estar soltero para ello. Lo siento. Espero logres comprender. Hablaremos cuando vuelva. Espérame.

Atentamente,

A. W.

Jodidamente no, no lo comprendía y jodidamente no iba a esperar a que volviera para que ambos pudieran hablar. No, ella se merecía una mejor explicación que esa. Ella se merecía que el diera más de su parte como ella le había entregado todo.

Ella quitó el mensaje de su pantalla deslizando su dedo por ella, como si así pudiera hacer añicos esas palabras punzocortantes. El teclado de marcación apareció ahora como protagonista de la pantalla, no tuvo que marcar nada realmente, solo debía apretar su historial de llamadas y encontraría el número que necesitaba.

El tono que oyó después de haber apretado la tecla para marcar la dejo helada:

El número que usted marco no está disponible o se encuentra fuera del área de servicio. Por favor inténtelo más tarde.

Su mantra volvió, «No. No. No. No», mientras marcaba una y otra vez el mismo número recibiendo la misma respuesta en cada intento.

Hasta que lo comprendió, él ya se había ido. Dejándola a ella y a su corazón hecho pedazos.

Se sentó sobre su cama porque juraba, los pedazos rotos perforaban sus pulmones y no la dejaban respirar. Subió las rodillas al pecho mientras escondía su rostro rojo y caliente entre estas; ella apretó su celular entre las dos manos en forma de plegaria, esperando un milagro.

Pero claro, que tonta era, los milagros no existían, al menos no para ella. Al igual que tampoco existió el amor que él juraba le tenía.

Ni una avalancha de milagros podría pegar de vuelta los pedazos rotos en los que se habían destrozado sus sentimientos.

El había hecho su decisión y esa decisión obviamente no la tenía a ella en su futuro. Porque estaba más que claro, por más que ella se hubiese puesto de puntas, jamás le llegaría a la altura de su ego.

Ella simplemente no había sido suficiente, en nada, ni como estudiante, ni como hermana, ni como hija, ni como novia. No había una línea que le permitiera parar. Hasta ese momento en el que mundo se detuvo en una pausa, su mundo mejor dicho y que de esta no sabía cómo podría salir.

***

Su pelo rubio y ondulado fue levemente mecido atrás de ella, por una brisa que la dejó helada. Pero si ya era un iceberg, ¿cómo era posible que siguiese sintiendo frío? Tal vez era porque estaba parada en un maldito cementerio. A cualquiera le daría escalofríos un lugar como ese.

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