Dinámica atmosférica

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La mayor parte de la atmósfera se concentran en los kilómetros más cercanos a la superficie de la Tierra, comprimida por su propio peso. Esto es posible gracias a la compresibilidad de los gases que la forman, lo que determina que la presión disminuya con la altura. Es decir, a mayor altitud el número de moléculas de gas por unidad de volumen es menor, con lo que el aire es menos denso.
La presión atmosférica se presenta en los mapas meteorológicos mediante una serie de líneas que unen puntos con la misma presión, líneas que reciben el nombre de isobaras. Son similares a las cuevas de nivel de los mapas topográficos, con una diferencia de presión entre una línea y la siguiente de 4 milibares. En la atmósfera existen zonas de elevada presión atmosférica y zonas en la que es baja; las primeras se denominan anticiclones y las segundas, ciclones o borrascas.
Está diferencia de presión hace que el aire se desplace de los anticiclones a las borrascas, dando lugar al viento, que será tanto más intenso cuánto mayor sea la diferencia de presión entre los dos puntos considerados. Por otra parte, el aire caliente es menos denso que el frío, por lo que tiende a ascender al tiempo que el más frío desciende por su mayor densidad.
Normalmente la temperatura del aire ascendente baja paulatinamente con la altura con lo que se hace más denso y pesado llagando un momento en que tiende a bajar. Sin embargo, existen zonas en las que la temperatura del aire aumenta con la altura, son las llamadas inversiones térmicas.
Junto a este esquema general de la dinámica atmosférica que podríamos denominar local puesto que se dan en zonas concretas, existe además una circulación atmosférica a escala planetaria que también viene determinada por la presión y la temperatura. Por la propia forma de la Tierra, en el Ecuador terrestre los rayos solares inciden perpendicularmente, con lo que la radiación térmica recibida en esta parte del planeta es superior a la que reciben los polos, dónde los rayos llegan con un ángulo mayor. Por ello, el aire caliente ecuatorial tiende a ascender y se desplaza por las capas altas de la atmósfera en dirección a los polos, mientras que el aire frío, cercano a la superficie, se dirige al ecuador para sustituir al aire cálido.
De esta forma, se establece un ciclo en el que el aire cálido asciende en unas zonas creando áreas de bajas presiones y desciende en otras, dando lugar a regiones anticiclónicas.
En la práctica, este circuito está formado por tres células convectivas en cada uno de los hemisferios.
Dos de ellas, la polar y la ecuatorial, son directas; es decir, el aire cálido viaja hacia latitudes mayores en altura y vuelve por superficie. Sin embargo, existe una tercer célula en las latitudes medias de ambos hemisferios en las que la circulación del aire es inversa.
No obstante, este modelo es solo aplicable a cuerpos estáticos y la Tierra tiene un movimiento de rotación sobre su eje que provoca una inercia, de tal forma que todo móvil que se desplace de los polos al ecuador sufre una desviación, hacia la derecha si se desplaza del polo norte al ecuador y hacia la izquierda si lo hace desde el polo sur. Este fenómeno se conoce como fuerza o aceleración de Coriolis, y va a influir de forma decisiva en la circulación atmosférica.
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Huracanes y tornados son movimientos atmosféricos a los que acompañan efectos devastadores

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Huracanes y tornados son movimientos atmosféricos a los que acompañan efectos devastadores. En ambos el aire circula en espiral a una velocidad vertiginosa de una manera similar a como lo hacen los remolinos de agua. Los tornados, como el que aparece en la imagen, son más frecuentes y destructivos que los huracanes.
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