OROGÉNESIS, GECTOGÉNESIS Y TECTÓNICA DE PLACAS

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La orogénesis (etimológicamente <<nacimiento de las montañas>>) trata de explicar la manera en que procesos como pliegues, fallas, etc., han causado y actúan para modificar el aspecto de la corteza terrestre. Es de su competencia la búsqueda de explicaciones satisfactorias acerca del origen de estás fuerzas, mientras que la tectógenesis se centra en los procesos concretos por los cuales se forman las montañas.
La tectónica de placas es una teoría integradora que trata de explicar la globalidad de los fenómenos geológicos. Según está teoría, la litosfera está dividida en una serie de placas que interactúan entre si, aproximándose, alejándose y eventualmente, colisionando. Así se explicaría la intensa actividad geológica existe en las zonas de interplaca, dónde son muy frecuentes los fenómenos sísmicos y volcánicos.
La corteza oceánica está sometida a un continuo proceso de destrucción y nueva creación, se destruye en las zonas de subducción y se crea en las dorsales oceánicas. Las dorsales o bordes constructivos de placas son zonas de la corteza oceánica dónde se produce la salida de los materiales fundidos de la astenosfera, que al solidificarse dan lugar a nuevas placas. La creación del nuevo material produce un empuje que van a desplazar a las placas situadas a ambos lados de la dorsal en direcciones opuestas, alejándose de ella. Las dorsales oceánicas se extienden a lo largo de más de 60.000 km. En el océano Pacífico están más cerca de América que de Asia y en los océanos Atlántico e Índico se abren por su zona media.
Estás dorsales pueden alcanzar hasta 2.000 km de ancho y en algunas zonas casi 3 km de altura media sobre las llanuras abisales, por eso son zonas de relieves suaves. Poseen un región central en el la que se pueden diferenciar tres partes: una zona neovolcánica de, aproximadamente, 1 km de anchura; una zona de grietas paralelas de entre 0,5 y 2 km, y por último las gradas tectónicas, de unos 10 km de anchura. Estás gradas están formadas por planos de fallas inclinados hacia el interior, originando una fosa tectónica que en ocasiones es situada por una elevación, cómo es el caso de varios sectores de la dorsal del Pacífico Oriental.
La intensa fracturación que los materiales presentan en estas zonas explica la frecuente sismicidad, superficial y de magnitud moderada, que se produce a causa de los esfuerzos de separación de la litosfera. Aproximadamente cada 50 o 100 km, las dorsales aparecen cortadas de forma transversal por lo que en un principio se creyó que eran fallas de desgarre. En 1965, Wilson las identificó como un nuevo tipo de fallas a las que denominó transformantes. Su origen aún no está claro, habiéndose propuesto varias teorías.
Cuando dos placas se encuentran, empujadas por sus respectivas dorsales, una de ellas se introduce bajo la otra en lo que se denomina zona de subducción o borde destructivo de placa. En estas zonas, caracterizadas por la presencia de fosas oceánicas, la corteza se destruye al integrarse sus materiales de nuevo en la astenosfera. Estás zonas se denominan también zonas de Benioff, y al plano formado por el límite entre la superficie superior de la litosfera subducente y la astenosfera, plano de Benioff. Al comparar la actividad volcánica en diferentes puntos de la superficie terrestre, observamos que la máxima actividad se produce en el Cinturón de Fuego del Pacífico, precisamente dónde se localizan las fosas oceánicas, que son las zonas más profundas de la Tierra. En algunas zonas de subducción, el calor generado por el roce entre placas puede volver a la litosfera más plástica e incluso llegar a fundirla, con lo que se crea un borde constructivo puntual que podría llegar a separar a la placa continental de su borde real. Este proceso, observado en algunos mares interiores de Asia, se denomina extensión tras-arco.
Hay veces que una de las placas no subduce bajo la otra, sino que se produce un cabalgamiento u obducción. Existe además un tercer tipo de interacción entre placas que se produce cuando una se desplaza lateralmente con respeto a la otra. En este caso, los bordes de placa se denominan pasivos y, al igual que las dorsales, se van a formar fallas transformantes. En la actualidad se considera la existencia de doce grandes placas y un número variable de microplacas situadas en los bordes de contacto de las mismas. Estás grandes placas están formadas bien por cortezas oceánica y continental y se denominan: Pacífica, Norteamericana, Sudamericana, Africana, Eurasíatica, Australoíndica, de Nazca, Antártica, de Cocos, Arábiga, Caribeña y Filipina.
La mayoría de las teorías apuntan a que el movimiento de las placas litosféricas se debe en última instancia a la desintegración de los isótopos radiactivos en el interior de la Tierra. Este proceso radiactivo produce calor, formado corrientes de convección que circulan a través del material plástico y caliente del manto y presionan contra la corteza, provocando su desplazamiento.
La existencia de estos procesos de generación u destrucción de litosfera desencadenan unos fenómenos geológicos a escala global que se califican para su estudio en: proceso en los bordes de placas litosférica y procesos en el interior de las placas litosféricas o intraplaca.
Los orógenos son aquellas zonas de interacción entre placas en las que son muy frecuentes en los procesos de deformación, magmatismo, metamorfismo, sísmicos y volcánicos; el resultado de todos estos procesos es, por lo general, la formación de una cadena montañosa. Observando las grandes cadenas montañosas continentales se puede constatar que por lo general son de gran longitud, aunque o siempre rectilíneas. Las más importantes integran el llamado cinturón alpino-himalayo, formado por el Himalaya, Cáucaso, Balcanes, Cárpatos, Alpes y Pirineos; el que forman las cordilleras que, de Norte a Sur, se extienden por toda la zona occidental del continente americano, principalmente los Andes. Al comparar estás dos grandes zonas montañosas, se observa que, mientras en el cinturón alpino-himalayo los volcanes son prácticamente inexistentes y los fenómenos sísmicos muy difusos y de escasa entidad, en las cordilleras de centro y Sudamérica los volcanes son frecuentes y la actividad sísmica es importante. Esto ha permitido diferenciar dos grandes grupos de orógenos: los de borde continental o de tipo andino, en los que se produce el encuentro de placa oceánica con placa continental, y los de tipo alpino o colisión intercontinental, situados en la zona de encuentro entre placas continentales. En el primero de los casos se produce generalmente una subducción de la placa oceánica bajo la continental, mientras que en el segundo es frecuente la obducción. Se podría considerar además un tercer tipo de orógenos, constituido por los cinturones aún parcialmente sumergidos pero con intensa actividad sísmica y vulcanológica como son los arcos insulares de los océanos Atlántico y Pacífico.
Por todo lo dicho hasta el momento parecía que la actividad geológica interna tan solo se puede localizar en los bordes de placa, cuando la realidad nos indica que también se producen en el interior de las placas. Es cierto que casi toda esa actividad se dan en las regiones interplaca, sin embargo, la tectónica de placas plantea dos excepciones a esta regla general. En primer lugar, cuando la colisión entre dos placas es muy importante, los efectos de esta pueden afectar a la totalidad de las placas, y no solo a los bordes. Hay que tener en cuenta que la colisión entre continentes no es un fenómeno que se produzca de forma puntual en el tiempo, sino que puede prolongarse incluso durante millones de años, por lo que las zonas afectadas pueden estar muy alejadas del orógeno. Tal es el caso de los llamados impactogenos, fosas tectónicas que se abren perpendicularmente a la dirección del orógeno en la región interior de la placa. En segundo lugar, es un hecho la existencia de actividad volcánica en regiones alejadas de los bordes de placas, sobre todo en el caso de las placas oceánicas, lo que se ha intentado explicar con la teoría de los puntos calientes.
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