II

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Eran las 8:18 de la mañana, aún corría viento helado a pesar de tener el sol encima y se sentía tan placentero ese contraste sobre mi piel mientras caminaba hacia la preparatoria, aún pensaba en lo de la madrugada, pero posiblemente nunca más fuera a cruzar palabras con Manjiro para continuar con esa historia, solo había sido sido una casualidad y estaba consciente de eso, así que decidí no seguir dándole más vueltas al tema.

Nunca me gusto la escuela, así que faltaba cada vez que podía o me saltaba clases escondiéndome en el baño, pero a pesar de eso mis calificaciones eran regularmente buenas y satisfacían a los profesores. Esta vez decidí entrar y hacer acto de presencia, para que no se olvidaran de mi y le dieran otro reporte a mamá.

—¡Nao! —gritó en mi espalda Hanae, era una chica delgada y de cabello negro, el prototipo de chica japonesa perfecta y mi mejor amiga desde primer año de preparatoria, aunque nuestras personalidades eran bastante diferentes nos complementábamos bien. Me tomo del brazo y seguimos caminando hasta llegar a la entrada —No respondiste mis mensajes anoche.
—Cuidaba a mi hermana.
—Jo se me declaro —dijo apretándome aún más fuerte el brazo con emoción, era el chico que le gustaba desde la semana pasada.

Hanae era un iman de hombres aunque ignorara a la mayoría de ellos, solo le interesaban las personas que a ella le interesaban y los demás eran basura, y aunque a simple vista pareciera una chica imposible de dejar, todos sus novios terminaban reemplazándola o terminando con ella al mes. Si había algo que admirara de Hanae era su capacidad de seguir creyendo en el amor.

—¿Y que le dijiste? —respondí yo fingiendo entusiasmo y poniendo una gran sonrisa en mis labios, debía apoyarla como cada vez que me contaba lo mismo con diferentes chicos, era mi mejor amiga.
—Nos veremos hoy a la salida —sonrió coqueta y caminó más rápido haciendo que la siguiera ya que aún me tenía del brazo.

El día transcurrió normal, ponía atención a las clases y en los recreos veíamos a los chicos jugar fútbol, no era algo que hiciera por decisión propia, pues no tenía a quien mirar, pero a mis amigas les gustaba ese panorama así que solo las seguía como en todo. En el almuerzo comíamos con algunos chicos mayores que en general eran los intereses románticos de mis amigas, y yo no era una completa fracasada en el amor, mis amigas eran populares y eso me daba a mi también cierto grado de popularidad entre la gente, habían dos chicos que se ofrecían a hacer mis tareas y uno que me acompañaba de vez en cuando hasta mi casa en la salida.

Era agradable recibir algo de atención al principio, pero esa misma atención se fue convirtiendo en algo banal con el paso del tiempo y dejó de causarme interés, todo lo que recibía se sentía tan superficial, la gente se acercaba a mi por simple conveniencia y yo los recibía solo por costumbre, o por mantener mi posición en esa burbuja social que tanto odiaba pero que me hacía sentir segura.

Llego la hora de la salida y aquel mismo chico se ofreció a acompañarme así que acepté, como siempre. El no era una mala persona, de hecho tenía un don para hacerme reír y sus historias eran un poco interesantes, yo le respondía con alguna sonrisa o con algún chiste rehusado, todo el camino era genuinamente agradable, pero cuando llegábamos a la esquina de mi casa y ambos terminábamos de reír, caía en cuenta de que el buscaba en mi algo que yo no podía darle, amor.

Ambos estábamos en silencio y el estaba en frente, miraba sus zapatos, el cielo, las casas, pero menos a mi, entonces sentí el ambiente tenso y supe que es lo que estaba esperando, y por que no me decía "Adiós Naomi, nos vemos mañana" como lo hacía siempre al llegar a esta esquina.

—¿Me vas a declarar tus sentimientos? —dije mientras reía tratando de que sonara como una broma entre amigos, quizás le daría vergüenza y yo no tendría que ser la "mala".
—Si —eso me sorprendió, no esperaba que continuara su propuesta y no supe como reaccionar —Me gustas Naomi.

Madrugada de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora