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Recuerdo el día en que lo conocí, sentado solo en un pequeño parque en medio de la ciudad, recuerdo también que me pareció extraño, el era el tipo de gente que siempre estaba acompañado de alguien, el tipo que tiene a toda una multitud detrás, pero ahora estaba solo en un pequeño parque de Tokyo. O quizás solo haya sido coincidencia, después de todo era de madrugada y a esta hora nadie está acompañado, pero su cara se veía triste y su mirada estaba perdida en el cielo aún oscuro, su cabello dorado caía por sus hombros y rozaba la madera de la banca en la que estaba sentado, eso no podía ser coincidencia.

Dude en acercarme, sería raro que un extraño se acerque a ti a las 5:26 en un parque y se siente a tu lado, pero en mi cabeza pensé; el mundo esta bastante jodido como para no hacernos compañía. Así que solo me senté, sin decir absolutamente nada y el ni siquiera se molestó en mirarme, seguía mirando el cielo y a mi me intrigaba cada vez más saber que pasaba por la mente del líder de la ToMan en la madrugada. Saque una cajetilla de cigarros de mi chaqueta, me puse uno entre los labios y le extendí la mano con los demás.

—¿Fumas? —pregunté en un impulso.
—Podría ser alguien peligroso —dijo el aún mirando el cielo, y yo seguía con la cajetilla extendida.
—No te ves peligroso —mentí, obviamente era alguien peligroso pero fingí no saberlo, o solo era una excusa para quedarme ahí. Guardé la cajetilla nuevamente en mi chaqueta y prendí el cigarro —¿Te molesta?
—No —respondió el, yo recosté mi cabeza en el respaldo de la banca justo como el para quedar mirando el cielo, le di una bocanada larga a mi cigarro y deje salir el humo —¿Que haces aquí a esta hora?
—Salí a fumar —golpeé el cigarro con mi dedo índice para quitar las cenizas —¿Tu?
—Las estrellas de madrugada son más lindas que las de media noche. Alguien me dijo eso.
—Y tiene razón —reí yo, no en tono burlesco, lo hice por que era un motivo tierno para salir de tu cama a las cinco de la mañana y sentarte en una banca con el frío en tu cabeza.
—Fumar te hará daño —esta vez me miró aún con su cabeza en la banca, y aunque yo no le haya devuelto la mirada pude sentir sus ojos en lado derecho de mi cara.
—Hay muchas cosas que hacen daño en la vida, los cigarros, los amigos, la familia, la escuela, o lo que sea —solté otra bocanada de humo hacia el cielo antes de seguir hablando, voltee mi cabeza en su dirección y nuestros ojos se encontraron, tenia una mirada perdida y sus ojos parecían estar vacíos, y aunque aún me intimidara el hecho de estar a su lado no podía sentir más que empatía —Pero nosotros somos quienes decidimos hasta que punto permitimos que estas cosas nos afecten. Quiero decir, yo podría soltar este cigarro ahora mismo y ahorrarme un posible cancer de pulmones en el futuro, pero decido terminármelo e ir a comprar más cajetillas mañana.

El rubio sonrió y sus mejillas se elevaron achinando sus ojos, sentí alivio cuando lo vi, poder hacer reír a alguien que tal vez lo necesita es uno de los placeres más lindos que me ha tocado vivir. Se sentó en la banca y apoyó sus codos sobre sus piernas, su cabello largo cubrió su rostro y ya no pude ver su expresión, me senté también y crucé una pierna encima de la otra mientras apagaba el cigarro en la suela de mi zapato, el volvió a levantar la cabeza y me miró.

—Soy Sano Manjiro —dijo el seguido de otra sonrisa ¿Por que no se presentó como Mikey?
—Sasaki Naomi —contesté yo devolviéndole la sonrisa y le extendí la mano —Un gusto, Manjiro.

El tomo mi mano y la apretó, luego se levantó de la banca y me dio la espalda para volver a darme una última mirada antes de irse, yo no planeaba volver a casa aún así que saque mi celular y me puse los audífonos recostándome de nuevo en el respaldo de la banca. Vi como se alejaba y como la luz del sol saliente se reflejaba en su cabello, y como caminaba de manos en el bolsillo con el mismo semblante por el que era conocido, viéndose seguro e indestructible ante los ojos de todos. Sano Manjiro en definitiva era todo un misterio, porque aún en la madrugada cuando el corazón está más débil y la mente corre a mil por hora, aún así, no me reveló nada sobre el y sobre la mirada vacía que tenía aquella madrugada de otoño.

 Sano Manjiro en definitiva era todo un misterio, porque aún en la madrugada cuando el corazón está más débil y la mente corre a mil por hora, aún así, no me reveló nada sobre el y sobre la mirada vacía que tenía aquella madrugada de otoño

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Madrugada de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora