XIV

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Eran eso de las cuatro de la tarde cuando todos comenzaron a irse, solo quedábamos Emma, Mikey y yo sentados en el sillón mirando un tipo de serie romántica que había puesto Emma hace más o menos una hora.

Mikey estaba en la orilla con la expresión más aburrida posible en su rostro, apoyaba la cabeza con su mano en el brazo del sillón y con la otra tocaba la palma de mi mano haciendo círculos en ella.

—¡Listo, es mi turno! —saltó Mikey y pasó por encima de mi para quitarle el control a Emma.
—¡Quítate, está en la mejor parte! —respondió ella levantando el control en el aire.
—¡Le diré al abuelo, tonta!
—¡¿Eres un niño, Mikey?!

En aquel momento solo podía reírme de la situación, pero sin duda debía hacer algo para detenerlos, aunque con Mikey sobre mis piernas y Emma gritando en mi oído, se me dificultaba pensar con claridad.

—Mikey... —hablé entre el escándalo y ambos se detuvieron para verme —¿Me acompañas a casa?

Los dos se miraron entre sí, Emma sonrió y Mikey frunció el ceño para luego pararse del sillón.

—Te dejaré ganar solo porque Bea no puede irse sola —me tomó de la mano levantándome del sillón y dio una última mirada a Emma sacándole la lengua.

Caminamos hasta la puerta para buscar nuestros zapatos, puso sobre su espalda la chaqueta gris de la ToMan y colocó las sandalias en sus pies, yo hice lo mismo con mis zapatos y la chaqueta deportiva de la escuela.

Salimos al patio donde tuve que esperar un rato a que fuera por su motocicleta al garage, luego me subí detrás de el y salimos de la calle hacia la avenida principal.

El día estaba nublado pero aún así el aire era cálido, recosté mi cabeza con cuidado en su espalda intentando evitar la herida, recorrí con mis manos la tela de su camiseta y luego las entrelacé apretando con fuerza su torso. Una sonrisa tonta apareció en mis labios al recordar todo lo de anoche, y lo de esta mañana también, no quería volver a la realidad y estar lejos de Mikey otra vez, el me hacía disfrutar las cosas y sonreír sin tener que fingir.

Llegamos a mi calle al cabo de unos minutos, se detuvo delante de mi casa y bajó de la motocicleta para ayudarme, se paró frente a mi y sonrió con ternura.

—¿Pasa algo? —pregunté.
—Gracias —dijo bajando la vista.
—¿Por qué?
—Por hacerme sentir que no estoy solo.
—Nunca más tendrás que estarlo.

Volvió a verme con una sonrisa en sus labios, hizo una pausa y comenzó a quitarse la chaqueta mientras mantenía la mirada en mi, luego la puso sobre mi cabeza cubriéndome por completo.

—Quédatela, así tendremos otro motivo para volver a vernos —me descubrí el rostro para mirarlo, ahora estaba solo con la camiseta blanca y podía ver como la piel de sus brazos se erizaba con el frío.
—Vete a casa o te enfermaras —reí yo.
—Los tipos geniales como yo no nos enfermamos —río él también y se acercó a la motocicleta para subirse en ella —Nos vemos.

Encendió el motor y nuevamente se alejó por la calle, me puse la chaqueta mientras miraba el rastro de humo que dejó, su olor dulce impregnó mi nariz y se sentía casi como estar junto a él.

Unos segundos después me acerqué a la puerta para entrar en la casa, toque el timbre y esperé a que alguien me abriera mientras me balanceaba sobre mi misma. Mamá salió a recibirme e indicó que pasara dentro.

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⏰ Última actualización: Jul 15, 2021 ⏰

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Madrugada de otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora