William, un chico de buenos sentimientos con demasiado amor que dar. El cree estar perdido, perdido en el mundo sin saber cuál es su lugar en él, Ana Mendoza aparece en su camino para ser aquello que tanto anhelaba y buscaba.
Esta es su historia. C...
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CAPÍTULO 14
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27 de Marzo 2019
William Wilson
Nunca antes había estado en un bar.
Y menos aún en un antro.
Nunca había tenido la necesidad ni curiosidad de ir a descubrirlo, simplemente no era mi estilo...
Ni siquiera sé cómo describirlo.
Todo a mí alrededor es oscuridad, el ambiente solo está iluminado por demasiadas luces fosforescentes que solo me dejan mareado. El entorno es increíblemente pesado, las personas aquí tienen una sonrisa en sus labios, como si fuera el mejor momento de sus vidas.
Siento como Luke pasa su brazo sobre mis hombros, mientras me regala una sonrisa arrogante.
—Es tu oportunidad de olvidarla, William—susurra, desvió mi mirada.
El chico se separa de mí, saludando a lo lejos a otros chicos de nuestra edad, Perla es la que se queda conmigo.
—Él mencionó que tenías el corazón roto—alega, me encojo de hombros.
—Solo volví a caer en el mismo maldito juego... no es nada grave.
—Debe ser grave si tratas de olvidar aquel amargo recuerdo con alcohol.
La miro, ella me regala una sonrisa.
—Supongo.
Puede que sí, puede que no. El amor y el enamorarse es algo bastante complicado. No sabes si aquella persona es la indicada y en la mayoría de los casos, el amor nunca es suficiente para que algo funcione entre dos personas. Por esa misma razón, es mejor renunciar a las expectativas. Cada individuo es una mentalidad única que puede que sí... puede que no, piense de la misma manera que uno mismo. Normalmente siempre terminamos lastimados por las mismas personas que no cumplieron con esas expectativas.
Tener expectativas en el amor es una mierda.
Tener expectativas en alguien es una tontería.
Y entonces llegas a un punto en el que ni siquiera tienes expectativas en ti mismo.
Una cerveza frente a mí, me trae de vuelta de mis pensamientos. Perla la extiende frente a mí, mientras que en su otra mano le da un sorbo a la suya.
—Te perdí como por cinco minutos—explica dándole otro sorbo a su botella—, suficientes como para entender que efectivamente necesitas un poco.
La tomó, decidido, dándole un gran trago.
Perla se aleja, escabulléndose entre tantas personas en la pista de baile.
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