La vendetta de oro

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Actualidad

Emma Cooper

Desperté sin recordar algo de la noche pasada, recuerdos venían a mi mente pero no eran claros. La cabeza dolía, estaba dado por hecho que algo le había pasado. No recuerdo haber salido de fiesta la noche anterior, no soy de ir mucho a ellas. Pero lo hago para poder pasar un rato con mis amigas y olvidarme de los malos momentos de la vida.

Toqué mi cabeza sintiendo un líquido espeso pero mis ojos vendados no me permitían ver que era. Mi cabello estaba empapado por ello y al tocar sentía un dolor interminable, por lo que supuse que el líquido era sangre y me había abierto la cabeza.

—Mierda... —exclame al sentir ardor.

La puerta se abrió dejándome inmóvil, si esto era otra prueba sería mejor que me dejaran libre si no querían que mi enojo se expresara en violencia.

—Padre, te juro que si esto es otra prueba me iré del país y no me volverás a ver en tu vida —brame molesta.

Una risa pesada se escuchó por el lugar. Un escalofrío recorrió mi cuerpo haciéndome estremecer.

—Estoy segura que no es una prueba, Srta. Cooper.

—¿Entonces que es lo que es?

—Su padre ha hecho muchas cosas malas. Y es hora de que pague... —su voz, jamás la había escuchado pero era muy profunda y varonil—. Estoy seguro que pagará viendo sufrir lo que más ama.

La venda en mis ojos se desprendió dejándome ver nada más que oscuridad. Aquel hombre no se veía por ningún lugar.

Vi en mi muñeca tomada por unas esposas sujetadas a la cama. Estaba sin poder salir corriendo de aquí, estaba segura que esto no iba para bien. Sentía como mi instinto me decía: Estás en peligro.

—¿Qué es lo que exactamente quiere?

—Ver sufrir a su padre, arrebatarle lo que más ama en el mundo. —Trague en seco y note con una persona en una esquina de la habitación—. Estoy seguro que sufrirá.

—Se equivoca, me es indiferente si soy sincera —corregí al notar como me llamaba como lo más preciado en su vida.

—Eso ya lo veremos, Srta. Cooper... —respondió aquel saliendo de su escondite.

Era atractivo, como de unos veintisiete años. Su piel se veía suave, y sus ojos eran como dos esmeraldas que si te pierdes en ellos pueden volverse en su más claro cielo o en tu más gris día. Su cabello, manejable y con un castaño oscuro. Al parecer las mañanas afectaban un poco mi sentido común, porque no me había dado cuenta en la trágica situación en la que estaba metida.

La habitación era un total asco, era muy estrecho que daba ansiedad de solo verlo. La cama no parecía una verdadera cama, en realidad mi trasero estaba siendo atacado por el, y no digamos que era un agradable sensación. No había ventanas, así que el lugar era alumbrado por una lámpara con un falso contacto.

—¿Qué necesita de mí? —pregunté, un poco inquieta.

Este se acercó a mí con su exquisita colonia varonil y pude verlo mejor al tenerlo tan cerca de mi rostro.

—Su sufrir. —Eso fue lo único que dijo al dejarme ahí, sola.

Una luz llegada por el techo alumbró toda la habitación. Habían dos puertas, supongo que una para el baño, pero de ahí en más no había nada. Solo la cama y una silla con ropa.

Este lugar si que producía una mala sensación en mi ser. Y con el hecho de no estar en casa, me daba terror saber que no estaba cien por ciento segura ahora mismo. Sinceramente era mucho mejor estar en esas estúpidas pruebas que aquí mismo.

Secuestro Mortal | Aidan GallagherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora